Captar el alma; Paul Theroux, el viajero

EXCELSIOR

El escritor estadunidense recorrió México durante dos años, en silencio y sin reflectores, desde Reynosa hasta la mixteca oaxaqueña, y prepara un libro para 2019

OAXACA.

Si Paul Theroux (Massachusetts, 1941) hubiera visitado México durante la época colonial, se habría convertido en una especie de subcomandante Marcos que tomaría el rifle y combatiría la injustica; habría sido un escritor zapatista que buscaría la independencia desde la literatura, dice.

Pero le tocó el siglo XXI y optó por recorrer todo el país durante los últimos dos años. Lo hizo en silencio y sin reflectores de por medio, desde Reynosa hasta la mixteca oaxaqueña, y promete que en 2019 publicará el resultado de ese viaje, que captará parte del alma mexicana.

Así lo adelantó en exclusiva a Excélsior el escritor estadunidense que ha publicado una treintena de historias “adictivas y brutalmente honestas”, caracterizadas por un estilo que mezcla la bitácora de viajes con la reflexión, la metáfora y la crítica literaria, quien ayer visitó por primera vez la Feria Internacional del Libro de Oaxaca.

En la 38 FILO presentó En busca de la ayahuasca y otros desvíos. Ensayos y reflexiones (Almadía), donde dibuja su viaje por Sudamérica, su contacto con la ayahuasca y una amplia aproximación a sus figuras tutelares: Graham Green, Joseph Conrad y Paul Bowles.

Conocido como el narrador que ha hecho del viaje una forma de relato y quien ha registrado la transformación de numerosos países africanos, asiáticos y europeos, Theroux ha obtenido premios como la Medalla del Benefactor de la Royal Geographical Society del Reino Unido, el de Literatura de la Academia Estadunidense de las Artes y las Letras y el Whitbread.

Además, es el autor que asume la escritura como una forma de prisión que culmina con la obra y le permite descubrir países lejanos para captar el alma de los hombres, registrar el rumbo actual del mundo, descubrir la naturaleza y la esencia de cada lugar a partir de sus historias.

Es cierto que hoy puedes tomar un avión para ir de China a México en unas cuantas horas, pero yo te pregunto ¿cuál es la mejor forma para viajar con libertad? ¡En automóvil! Porque, cuando viajas así, puedes detenerte a hablar con la gente y descubrir la esencia de cada lugar”, explica.

Por eso, un día tomé el auto (en Boston) y manejé hasta Houston, pasé por McAllen, Reynosa, Monterrey, Saltillo, Matehuala, San Luis Potosí, Querétaro, Ciudad de México, Oaxaca, Puebla y San Cristóbal de las Casas.

Viajé a lo largo de la mixteca y visité la zona de los mezcaleros; pero todo fue en auto, porque cuando vaspor avión vas a ciegas. En cambio, ahora puedo decirte que se me antojan los cabuches (botones de la flor de un cactus) de Matehuala y el sabor del cabrito. ¿Me comprendes?”.

Y, aunque reconoce que existen muchas maneras de viajar, Theroux se inclina por el estilo de Joseph Conrad, con ese contacto estrecho con la realidad. “Usualmente, una novela me lleva dos o tres años de trabajo en casa; ¡encerrado en la misma casa!, apostado en el mismo escritorio y en la misma silla. Luego pienso que quiero ir a algún lugar, a donde sea; pienso en un nombre interesante como la India o la Patagonia, Tahití, Australia, México… pienso en un lugar lejano y liberador para escaparme. Porque cuando escribes eres como un prisionero”, dice.

Autor de La costa de los mosquitos, Elefanta Suite y El gran bazar del ferrocarril también reconoce que cuando llega a un lugar por primera vez trata de no mostrarse muy interesado por aprender algo en particular.

Digamos que soy un viejo gringo que aparenta no estar interesado en nada; pero soy un gringo viejo al que le interesan todas sus historias, ya que para entender la realidad de un lugar tienes que escucharlas. La esencia de cada lugar son las historias de la gente”.

¿Qué opina de viajar sin mapas?, se le pregunta. “Siempre necesitas un mapa; pero hay de dos tipos, uno que te muestra el camino y otro que sólo es mental. Sí se necesita un mapa, pero no puedes estar ceñido a él”.

¿Cuál es la función del viaje en el mundo actual? “Para saber hacia dónde va el mundo. Porque he visto que el mundo ha cambiado bastante y no está mejorando, sino todo lo contrario: empeora cada vez más. Es más peligroso y más pobre donde caemos rápidamente. Hace 50 años estuve en África y la gente tenía esperanza, pero en este momento no hay alguien que tenga esperanza en África”.

¿Le habría gustado explorar el México prehispánico o colonial? “Me habría hecho enojar mucho explorar el México colonial. No hace mucho fui a Yanhuitlán, a donde llegaron los españoles y los obligaron a ser cristianos y entregar tributos de oro y copal. Si yo hubiera vivido en la Colonia habría sido zapatista, un subcomandante Marcos, un escritor zapatista”.

¿Qué es lo que más le sorprende del colonialismo? “Cuando estuve en África viví en Mozambique, Angola, Sudáfrica, Rodesia, Uganda… digamos que viví el colonialismo y estaba muy enojado porque sus reglas son crueles”.

¿Aún considera que la lectura es un acto de transgresión o rebeldía? “Antes sí lo era, pero ahora ya no es así”.

¿Por qué tiene una gaviota tatuada en la mano? “Es mi animal favorito y tiene una historia muy larga. En uno de mis viajes en bote terminé perdido en algún punto del océano Pacífico. De pronto llegó esa ave, la seguí y encontré una fragata que me rescató. También tengo una serpiente en la otra mano, pero esa es otra historia”.

¿Cuál será su próximo viaje? “No tengo idea. Siempre que me preguntan a dónde quiero ir, les digo que sólo quiero volver a casa”.