Carisma de los candidatos

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Por Horacio Corro Espinosa

Alguien se acuerda ¿cuándo se comenzó a hablar de carisma? Pregunto, porque ahora se habla tanto de eso, que no sé cómo le van a hacer muchos de los candidatos que carecen de imagen agradable.

Antes no se usaba la palabra carisma, pero se decía que alguien tenía ángel, o que tenían buena sombra, o buen duende. Pero esas palabras no eran aplicadas a los políticos, por eso, tal vez, nació lo de carisma.

Dicen que quien estrenó la palabra carisma, fue don Adolfo López Mateos. Y si nos vamos hacia atrás de la historia nos encontraremos que el jarocho don Antonio López de Santa Anna, bullanguero y jugador, se nombró Alteza Serenísima, que carisma, la verdad, sí la tuvo.

Ningún diccionario dice exactamente don de qué es el carisma. Hasta los bandidos, como Robin Hood, Chucho el Roto, gozaron de carisma. Entonces ¿don de qué?, se pregunta uno, es el carisma. Cómo hacer para caerle bien a la gente.

Don Porfirio Díaz, era respetable, y hasta imponente, pero no simpático, ni mucho menos le quedó el título de varón de Cuatro Ciénegas. Lo mismo sucedió con don Francisco I. Madero. Lo mismo le pasó a los norteños Obregón y Calles, quienes inspiraban más miedo que cariño. Más o menos por ese mismo rumbo fue don Lázaro Cárdenas.

En esas épocas se podía ser presidente, y un gran presidente, sin necesidad de carisma; pero los tiempos han cambiado. Los candidatos de hoy nos restregarán en los ojos y en las orejas y a cada segundo, su imagen  para que recordemos que es el mejor candidato de todos.

Los encargados de promover la imagen de los candidatos en turno, nos los meterán en la cabeza a través de la radio, la televisión, los periódicos, espectaculares, redes sociales, Internet, etc. Así pues, veremos sus caras en todos lados.

Desde luego que por lo que digan en sus frases de campaña o como se vistan, nos darán la oportunidad de criticarles su vestuario, la forma de su peinado, el maquillaje… y más les valdrá que tenga una sonrisa natural, franca y amable.

Muchos de los candidatos, a pesar de no tener ángel, de no tener buena sombra, como se decía antes, fueron escogidos como los buenos de su partido político.

No cabe duda que estos son otros tiempos, o los tiempos de la televisión, del Internet, del facebook y del tuiter. Ahora mucha gente exige rostros, y por los rostros de las campañas, mucha gente se va a dejar arrastrar.

Hay rostros agraciados que se llevan muy mal con su forma de hablar desafortunada o su poca inteligencia. No hay que confundir el carisma con la apostura; el más guapo puede ser el más antipático o el más burro. Tampoco se trata de la perfección de las facciones, sino de algo que viene de adentro, diré, del alma; esa gracia, ese don que unos tienen y otros no.

El carisma nace, no se hace, dicen. Así que, si ya eres candidato, mejor ni finjas ni abuses del Photoshop para querer aparentar ser guapo o guapa, porque frente a tus posibles electores caerás en la puntita del hígado.
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