Coraje, impotencia y dolor en el hogar de Alexander

normalistasAl interior de la vivienda de adobe se colocó un improvisado altar a la memoria del normalista Alexander Mora; junto a sus fotografías aparece la de su madre, Delia Venancio. Todo esto en casa de don Ezequiel Mora Chora, padre del primer estudiante identificado, quien demandó «que se vaya» Enrique Peña Nieto de la Presidencia, que le entreguen los restos de su hijo y que no cesen las movilizaciones para exigir justicia por los 43 jóvenes desaparecidos.

Es la comunidad de El Pericón, municipio de Tecoapana, región de la Costa Chica de Guerrero, de donde era originario Alexander, el joven estudiante de la Normal Rural de Ayotzinapa cuyos restos fueron oficialmente identificados el pasado sábado.

Alexander, de 19 años de edad, era el último de ocho hijos que procrearon Ezequiel y Delia en El Pericón —donde empieza la montaña y termina la franja costera de Guerrero—, y soñaba con ser maestro egresado de la Normal de Ayoztinapa.

Con voz baja y hablar pausado, el coraje, la impotencia y el dolor embargan a don Ezequiel, quien el sábado se enteró que uno de los huesos encontrados en el basurero de Cocula correspondía a su hijo Alexander.

—Es una mala noticia para mi familia —dice, y hace una pausa.

«La verdad me he sentido mal, no quisiera hablar mucho, me siento muy adolorido por lo de mi hijo, mi hijo perdido.

—¿Le dieron la noticia?

—Sí, me llamaron de ahí (de la Normal de Ayotzinapa). No me querían decir, vi que se miraban unos a otros. Tengo que aceptar esto (la muerte de Alexander); si a mi hijo ya le tocó, pues ya ni modo. Ya ellos me explicaron con calma, me dieron esa noticia mala para mí. Tengo que aceptar esto.

Don Ezequiel agrega que ahora habrá de esperar dos semanas para que lleguen los restos de su hijo, y cuenta que le dijeron que se trata de pequeños pedazos de hueso, de donde sacaron los estudios del ADN que confirman que es uno de los 43 estudiantes desaparecidos.

En la puerta de su casa, el padre narra que expertos médicos forenses argentinos le dijeron que «de pedacitos chiquitos de dos huesitos» le sacaron los estudios de ADN.

«La verdad ya qué me queda, tuve que aguantarme, todo en mi contra, les voy a llevar esta mala noticia a mi familia. Todo en mi contra.

«Llegué ayer (el sábado), había gente esperando y más de otros lados, que venían conmigo de Ayutla, que vienen a darme el pésame por mi hijo», relata.

—¿Que le dice a los otros padres, que mensaje les daría, ahora que están con la incertidumbre?

—Lo único que puedo decirles es que le echen ganas pues, para conseguir justicia, para exigir dar con los corresponsables de estos daños que le hicieron a los jóvenes.

—¿Qué le pediría al gobierno?

—¡Nada! Me siento enojado con ellos; nunca encontré apoyos, nunca dieron con los muchachos que estaban desaparecidos, los hubieran rescatado, (pero) estuvieron contra ellos y decían que ellos se habían buscado eso: tres muertos, otros malheridos y 43 desparecidos.

—¿Aceptaría la indemnización que ofrece el gobierno?

—Del gobierno nada, conmigo nada, ni tampoco acepto (indemnización) porque es mi hijo, no fue un animal, no lo aceptaría. Vamos a esperar la decisión de todos los padres y ya que estemos juntos (vamos) a ver que decidimos.

Afuera de la casa de la familia Mora Venancio los pobladores apoyan, entran y dejan algo de alimentos, dinero, flores, veladoras y ayudan, dicen que habrán de esperar a que lleguen los restos de Alexander.

Mareli Mayo Mora, cuñada de Alexander, reprocha cómo ocurrió la muerte del normalista y cuestiona.

«¿Qué sentirían (los integrantes del gobierno) si uno de sus hijos fuera el número 44 de la lista. Sentirían lo mismo que nosotros. Pero vamos a seguir luchando por los demás».