‘Están jodiendo a la gente porque no sabe sumar’: ‘Marichuy’

Milenio

Últimamente le preguntan mucho, ¿quién es? La respuesta inmediata de María de Jesús Patricio Martínez es que es “una mujer indígena de la comunidad nahua de Tuxpan, Jalisco”. Pareciera frase hecha.

La quieren conocer porque hace unas semanas, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, la nombraron vocera del Concejo Indígena de Gobierno, lo que implicó también convertirse en aspirante a una candidatura independiente a la Presidencia en 2018.

Fue el Congreso Nacional Indígena, fundado a partir de los acuerdos de San Andrés y del que una tercera parte de los delegados son integrantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el que la eligió.

Por la decena de entrevistas que ha dado, se sabe de Marichuy —como la conocen— que tiene 57 años, tres hijos y es médica tradicional. Hará cosa de 25 años que fundó, en Tuxpan, un centro de salud para atender a los pobladores por medio de la herbolaria, conocimientos que heredó de su abuela y tía.

La casa de salud se llama Calli Tecolhuacateca Tochan, y es aquí donde la mujer que quiere aparecer en la boleta presidencial en 2018, impulsada por un movimiento indígena, ya espera sentada en la entrada cual paciente para contar quién es “la indígena de la comunidad nahua de Tuxpan, Jalisco”.

Apenas se entra, una María de Jesús 23 años más joven se muestra en una fotografía del Encuentro Indígena de América con fecha del 30 de noviembre a 4 de diciembre de 1994, realizado en Chapala, Jalisco.

Un letrero de madera con la inscripción “Ximopanolti”, bienvenido en nahua, son el recibimiento principal de este inmueble que cuenta con dos cuartos y un patio en el que también se imparten talleres de herbolaria. Las habitaciones hacen las veces de consultorios en los que hay decenas de libros heredados por el esposo de Marichuy, así con un par de colchonetas.

El centro de salud está ubicado en la calle Nicolás Bravo, misma donde está la casa donde creció y que describe como “grande y antigua”. No acepta ir a conocerla. Ahí creció junto con sus abuelos, sus padres, sus tías y 10 hermanos. “Cuando nos juntábamos a comer era una fiesta”.

Marichuy también evoca que en aquellos días en Tuxpan “las casas estaban con lienzos y no contaban con servicios. Si salíamos en la noche o muy temprano había que alumbrar con un ocote prendido, esa era nuestra lámpara”.

María de Jesús es de tez morena y baja de estatura, no llega a los 1.60 metros. El cabello le llega a la cintura, pero hoy lo tiene recogido. También viste discreta: un pantalón de mezclilla y una blusa rosa que compró en Chiapas. Dice que solo en la fiesta del pueblo utiliza la vestimenta tradicional: sabanilla de lana (falda) con una faja, un colotón (blusa), y un maistawil (listón) en la cabeza.

Para el calor también es lo mejor. Este día en Tuxpan se superan los 30 grados centígrados, aquí no hacen falta los pasamontañas que se consiguen en los mercados de San Cristóbal de las Casas u Ocosingo para protegerse del frío.

Marichuy es seria, reservada, mide cada palabra en sus respuestas, solo al recordar pasajes de su infancia sonríe y al cabo de la plática, con más frecuencia.

“En los ratos libres teníamos que estar cosiendo, no podíamos estar sin hacer nada, y como no había televisión, pues se entretenía uno en la costura o juegos que nos inventábamos”, rememora.

Los frijoles y la cuachala, comida tradicional de Tuxpan, son sus favoritas, aunque esta última, atole de masa con chile, caldo y carne de pollo desmenuzada, solo se da en tiempo de fiesta del pueblo.

“Será que cuando estábamos chicos, como no había casi dinero y éramos muchos, pues carne comíamos muy poco, y yo era feliz cuando había frijoles, tortilla y chilito. A la fecha, si no hay más, así soy feliz”, explica.

De niña, Marichuy quería ser maestra o doctora. Cursó la primaria y la secundaria en la única escuela del municipio. A la par ayudaba a vender servilletas que su mamá tejía.

Su padre era campesino, sembraba en tierras que le prestaba un terrateniente y la mitad de las ganancias eran para él.

El oficio de su padre fue un parteaguas en la vida de María de Jesús:

“Una vez vi que no le salían las cuentas a mi papá, pero había mucho maíz. Era una deuda de mil pesos y le dije: ‘¿Cómo que usted salió debiendo? Que vuelvan a sumar, tal vez se equivocó el dueño’.

“Efectivamente estuvo mal la suma y le salió debiendo mil pesos, pero él a mi papá; le pagó, pero le dijo que se cuidara, que no les diera educación a sus hijos, porque si no al rato se les iban a echar encima”, relata.

Marichuy cuenta que para entonces tenía 15 años y a partir de ese episodio, a escondidas, se inscribió al bachillerato. “Mi papá era muy cerrado, no nos permitía salir a las mujeres”.

Ya dejando de lado la utopía de doctora o maestra, ahora quería ser contadora, porque “es necesario llevar una buena administración, porque a tanta gente la están jodiendo, porque no sabe sumar”.

No pudo terminar el bachillerato y entonces decidió, a través de los conocimientos de herbolaria, ayudar a la gente.

Sus conocimientos de la herbolaria la llevaron a impartir cursos a otras regiones del estado, donde escuchaba en encuentros de indígenas las carencias de este sector.

En 1995, recuerda, Tuxpan fue invitado al Foro Nacional Indígena, antecedente del movimiento que la impulsa hoy como aspirante presidencial, y ella como representante.

“Ahí vi que había muchísimos pueblos indígenas en el país y que sus problemas eran parecidos, todas las preguntas que me hacía cuando estaba chica también ellos las tenían, pasaron por lo mismo y me identifiqué. De ahí para adelante, ya no dejé de participar”, cuenta.

Más de 20 años después, busca ser candidata independiente a la Presidencia por “los olvidados”, “los invisibles”.

—Entonces, ¿quién es María de Jesús Patricio Martínez?

—Una mujer indígena de la comunidad nahua de Tuxpan…