George Foreman y sus recuerdos de México 68

EXCELSIOR

El texano George Foreman, uno de los boxeadores más importantes en la historia de la categoría de los pesos pesados, regresó al lugar donde inició todo: la Arena México, escenario en el que ganó la medalla de oro de los Juegos Olímpicos de 1968

CIUDAD DE MÉXICO.

George Foreman (Marshall, Texas, 1949) toma asiento en una de las butacas de la Arena México y guarda silencio. Observa el ring sin decir palabra. Dirige su mirada hacia la plataforma de la que emergen los enmascarados en cada función del pancracio y voltea hacia la parte más alta del viejo recinto de la colonia Doctores. No sonríe. Ni llora. Permanece en silencio. Ignora a los curiosos que lo observan a unos cuantos metros de distancia y vuelve en sí cada vez que le preguntan o comentan algo.

-Allá son los vestidores. -señala Foreman y cierra la boca.

-¿Quiere ir? -le convidan.

-No, estoy bien. –calla el veterano campeón. Y se abstrae.

Con la mirada perdida en los recuerdos, George Foreman contempla la Arena México 50 años después de que ahí ganara la medalla de oro de los pesos pesados del torneo olímpico de box de México 68.

Es como un fantasma que revive en mí. Toda mi vida cambió aquí. ¡Todo! Nada hubiera sido lo mismo desde entonces hasta el día de hoy. Me pasa la vida en un instante”, señala Foreman a Excélsior.

 

 

A MEDIO SIGLO DE SU MEJOR GOLPE

Cuando era adolescente, Foreman ingresó a Job Corps, un programa del Departamento del Trabajo de Estados Unidos que ofrece educación técnica. Ahí atendió un curso de electrónica porque había abandonado la escuela en el noveno grado. Ahí también aprendió a boxear. Llegó a los Juegos Olímpicos de 1968 con año y medio de experiencia en el ring, pero como favorito en la máxima categoría.

No defraudó y el 26 de octubre le colgaron la medalla de oro tras vencer en dos asaltos al representante de la Unión Soviética, el lituano Ionas Chepulis, diez años mayor.

El boxeo siempre rescata a los menos favorecidos, los ayuda para que logren grandes cosas, y eso es lo que me pasó cuando era adolescente”, refiere Foreman, que el 18 de noviembre de ese año se reunió con el presidente de Estados Unidos, Lyndon Johnson.

¡Sí, en la Casa Blanca!”, recuerda Foreman. “Fue muy importante, porque Lyndon Johnson fue el creador del programa Job Corps donde aprendí a boxear, así que fue bueno ir y reconocerle ese esfuerzo”, agrega.

 

 

 

EL BLACK POWER

Instantes después de vencer a Chepulis, Foreman agradeció al público de la Arena México, ondeando una pequeña bandera estadunidense, gesto que provocó controversia debido a la situación de los atletas Tommie Smith y John Carlos, que en el podio de esos Juegos alzaron el puño en alto con guantes negros en protesta por el racismo en la unión americana, imagen que se volvió icónica.

Bueno, en la Villa Olímpica todo mundo nos queríamos. La única cosa que nos hacía distintos eran los colores de nuestras banderas. Todos tenían su bandera nacional, así que cuando gané la medalla de oro quería que todo mundo supiera de dónde era yo. Sólo eso”, aclara.

-¿Pero usted simpatizaba con el Black Power?

-Sabes, cuando John Carlos y Tommie Smith dejaron la Villa Olímpica porque fueron expulsados, nos rompieron el corazón. Nos queríamos mucho, éramos compañeros de equipo. Desde entonces se volvió un asunto político, pero eso no interfirió en nuestra relación, siempre hemos sido amigos.

MAX SCHMELING VISITA A PAPPY GAULT

El alemán Max Schmeling, leyenda de los pesos pesados, se encontró con Pappy Gault, que en el 68 se convirtió en el primer mánager negro de un equipo estadunidense de boxeo en unos Juegos Olímpicos.

El gigante germano, un poco misterioso, se le acercó al entrenador de color: “Mister Pappy Gault, cuide a ese negro, que va a resultar un fenómeno”.

Y Foreman se asombra.

¡No es algo increíble! ‘Usa el jab izquierdo, Joe. ¡Jab, jab, jab!’, me decía Pappy Gault… y Max Schmeling… fue una figura paterna del boxeo, porque tuvo una carrera muy buena y terminó su carrera con una  nota maravillosa. Un hombre de distinción”.

EL SALTO AL BOXEO PROFESIONAL

A sus 19 años, a Foreman se le consideraba el siguiente gran boxeador estadunidense en seguir una tradición de los pesos pesados que, tras subir a los más alto del podio, emprendería una gran carrera profesional. Ocurrió con  Muhammad Ali y Joe Frazier, metales dorados de Roma 1960 y Tokio 1964, respectivamente.

En esa época, no había más remedio que estos tres trenes chocaran entre sí. Foreman venció al favorito Frazier en dos rounds tras tumbarlo seis veces, en 1973, y al año siguiente, en Zaire, contra Ali, hizo historia en The Rumble in the Jungle, uno de esos grandes combates patrimonio de la humanidad.

En The Rumble in the Jungle gané cinco millones de dólares por ser el tonto más grande del mundo. ¡Rope-the-dope!”, bromea, en referencia a la táctica de Ali, que fingió estar casi rendido contra las cuerdas mientras Foreman lo castigaba con todas sus fuerzas.

En sus memorias, Ali apunta que esa noche, en Zaire (la ahora República Democrática del Congo), a pocos minutos de subir al ring, no podía orinar. Ansioso, llegó a imaginar, según revela, los siguientes fragmentos de ciertos periodistas deportivos: “Musulmán negro se mea de la paliza que le atiza un cristiano”. “Foreman consigue que Ali se haga pipí encima durante el séptimo asalto”. “Esta noche Ali ha soltado más pipí que golpes”.

Pero Ali triunfó por nocaut en el octavo episodio.

-¿Todavía escucha a Ali, en el cuerpo a cuerpo, susurrándole: “¿Esto es todo lo que tienes, George?”?

-Y eso era todo lo que tenía (risas).

AQUEL MUCHACHO DE 19 AÑOS

En más de un sentido, Foreman es el muchacho de hace 50 años que sigue inspirando al hombre que regresó a la Arena México.

Estaré siempre agradecido por ese momento. Justo antes de subir a ese ring, me hubiera dicho a mí mismo: ‘¡Prepárate para ser magnífico!’”, insiste.

Fue una sorpresa. Nada ha sido como ese momento con la medalla de oro. Todo ha sido maravilloso y emocionante, pero nada toca ese momento. Un chico de 19 años… nunca hubo nada como eso. Vinieron muchas cosas, pero nada como eso”.