Isla nueva desconcierta a científicos de la NASA

Entre finales del 2014 y principios del 2015, tuvo lugar una erupción volcánica en medio del Océano Pacífico. El fenónemo fue registrado en video, se trataba de una columna de humo de 9 kilómetro de altura que obligó a desviar los vuelos que atravesaban la zona.

Al disiparse el humo, una nueva isla había nacido.

En un principio esto llamó la atención de científicos de la NASA, pues aunque este tipo de incidentes donde nacen islas a partir de erupciones volcánicas ya han sido registrados antes, pueden aportar pistas sobre la interacción entre antiguas fuentes de agua y terrenos volcánicos en la superficie de Marte.

Estas islas suelen desaparecer a los pocos meses.

Sin embargo, con ésta fue distinto. Han pasado ya más de tres años y continúa intacta.

Ahora le han dado un tiempo estimado de existencia de 6 a 30 años.

Sólo hay registro de tres islas nacidas de esta forma que han sobrevidido más de unos pocos meses en los últimos 150 años. Entre ellas figura ésta, la Hunga Tonga-Ha’apai, llamada así a falta de otro nombre debido a que se sitúa entre dos islas más antiguas con dichos nombres. Están situadas cerca del reino de Tonga, en el Pacífico Sur.

Esto ha llamado la atención de los especialistas, que han acudido en una expedición integrada por un investigador de la NASA y uno de Tonga, así como científicos y estudiantes de la Asociación de Estudios Marinos, (Sea Education Association), un programa de exploración oceánica para estudiantes universitarios basado en Woods Hole, Massachusetts.

Lo que descubrieron al llegar los asombró.

Parecíamos niños despistados», confiesa Dan Slayback, investigador del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, en Maryland.
A diferencia de lo que mostraban las imágenes satelitales, el terreno no era uniforme, sino irregular.

La mayor parte se conformaba por piedras muy pequeñas y oscuras parecidas a gravilla, y lastimaban fácilmente los pies al filtrarse en las sandalias.

El cono de la isla parecía estar hecho de lodo o arcilla, y en él había vegetación, probablemente gracias a las semillas esparcidas por las heces de las aves.

Es muy pegajoso. Cuando lo vimos no sabíamos lo que era y su origen aún me desconcierta. Porque no se trata de ceniza volcánica», escribió Dan en un blog de la NASA.

Se llevaron otra gran sorpresa al percatarse de que la isla también era habitada por aves. Más específicamente, charranes sombríos (Onychoprion fuscatus), que probablemente habrían llegado desde islas cercanas.

Asimismo, se habían formado una serie de acantilados a causa de la erosión de la lluvia.

El científico Dan Slayback, bastante entusiasmado por la expedición, se encuentra ahora trabajando en un modelo 3D de la isla con el fin de determinar su volumen. Espera regresar el próximo año para continuar con sus investigaciones.