La cruz de Iztapalapa, obra de una familia desde hace 40 años

cruzÁngel Juárez Cabrera inició la tradición de elaborar la cruz que se usa para la Pasión de Cristo como un favor a un amigo, tras su muerte en enero de este año, su hijo continuará el legado.

Ciudad de México

El primero de diciembre de 2014, el carpintero Ángel Juárez Cabrera compró la madera que utilizaría para elaborar la cruz que el personaje de Jesús cargaría en la 172 edición de la Pasión de Cristo en Iztapalapa; sin embargo, el artesano no pudo comenzar a tallar las vigas, pues un mes después falleció.

El hombre de 88 años de edad dedicó la mitad de su vida a elaborar, cada Semana Santa, la pesada cruz en la que muere el Jesús de Iztapalapa en el cerro de la Estrella.

Ahora la responsabilidad de realizar la cruz es de su hijo Ángel Juárez López, quien desde hace 26 años ayudaba a su padre en esta labor que nació como un favor a un amigo.

«Mi papá empezó a hacer la cruz desde hace más de 40 años. Fue como un favor a un amigo porque su hijo iba a hacerla de Jesús», dijo Ángel en entrevista telefónica.

El trabajo que realizó Juárez Cabrera, esa primera ocasión, gustó tanto a los organizadores de la representación, que le pidieron ser el carpintero oficial.

En un principio, el hombre originario del barrio de la Asunción, únicamente pedía que le proporcionaran la madera y él regalaba el trabajo, pero años después decidió encargarse por completo de los gastos de la cruz, los cuales ascienden a 7 mil pesos, contando material y el salario de ayudantes.

Ángel narra que en los últimos años de su vida, su padre se sentaba en una silla y dirigía cada detalle en la elaboración de la cruz.

«Mi papá ya casi no la hacía, ya estaba grandecito, pero él supervisaba el trabajo, lo dirigía y nos iba diciendo cómo teníamos que hacerlo. Uno ya sabía lo que iba a hacer, pero a él le gustaba estar participando y le hacíamos caso. Mi papá dejó de participar cuando se quebró la cadera hace como seis años y a partir de ahí dejó de participar».

En los 40 años en los que la familia Juárez Cabrera ha hecho las cruces, cada una es única, no solo por la pasión y dedicación que le ponen a su trabajo sino porque cada Cristo le imprime su estilo al elegir el tallado de la madera.

«Cada muchacho escoge el tipo de tallado. Yo les hago seis muestras y ellos escogen el prototipo. Hay uno que aparenta que la madera es vieja o le hacemos hendiduras o rústica. No solo son los maderos sobrepuestos».

Las astillas en las manos o las cicatrices por trabajar la madera son algunas marcas de esta labor, sin embargo, el mejor recuerdo que tiene esta familia de Iztapalapa es una cruz que se quebró, culpa de un Cristo «rebelde».

«Una vez a un muchacho que salió de Cristo le pesó mucho la cruz y aprovechó que nosotros no estábamos en el taller y les dijo a los trabajadores que la desarmaran y que se le hicieran más delgadita, y pues la cruz ya se quedó así. Cundo fue la trayectoria de su calvario, en la tercera caída un romano la pateó y se quebró la cruz. Cuando vieron eso todos se espantaron y se preguntaron ¿ahora qué hacemos? Afortunadamente, a dos casas de ahí vivía un muchacho que anteriormente había sido Jesús y tenía su cruz y la cambiaron».

Las cruces que elabora la familia Juárez miden seis metros de largo y pesan entre 95 y 100 kilogramos; sin embargo, Ángel asegura que la madera puede ser más pesada por los «pecados» de los jóvenes que representan a Jesús.

«A veces la madera puede venir más pesada o menos pesada, y yo como les digo a los muchachos: la cruz les va a pesar según los pecados que tengan. A veces dicen ‘está bien livianita’, pues qué bueno; o ‘ahora sí está pesada’, algo has de tener. Esa es la suerte».

Tras la muerte de su padre, Ángel, de 52 años, decidió continuar con la tradición. Una semana antes del 19 de marzo, Día del Carpintero, empezó el trabajo que su padre dejó pendiente; reunió a los muchachos que trabajan con él en el taller y les pidió su ayuda.

«Lo que hice yo fue invitar a los más antiguos del taller; de hecho, uno de ellos tenía con mi papá trabajando 60 años y los invité a participar en la cruz. Los muchachos se pusieron contentos de que los tomáramos en cuenta».

Ángel afirma que cuando empezó a elaborar la cruz para la representación de la Pasión de Cristo de este año, evocó la imagen de su padre y recordó sus enseñanzas.

Aunque a Ángel le gustaría que su hijo siguiera con la tradición, sabe que es complicado porque es ingeniero y considera que él no tiene interés por este oficio; sin embargo, no pierde la fe.

El carpintero que empezó con esta tradición, el señor Ángel Juárez Cabrera, murió mientras dormía. Para su hijo, ésa muerte tranquila fue la recompensa por ayudar a 40 Cristos de Iztapalapa.

«El consuelo que tengo es de la muerte que le dio Dios; no sufrió. El hombre se fue consciente, sano. Un día antes estuvimos con él, se fue a dormir y ya no despertó, no sufrió aparentemente, le dieron una muerte con paz y tranquilidad. Eso fue lo que se mereció por trabajar con tanta fe con tanta pasión».