Los ‘gorditos’ perciben menos el sabor, resalta un estudio

EXCELSIOR

La investigación del Centro de Investigación Biomédica en Red aporta nuevas evidencias y pone de manifiesto la importante relación entre percepción del sabor y la obesidad

CIUDAD DE MÉXICO.

Las personas obesas perciben menos el sabor que las no obesas, además se han observado diferencias muy significativas, según una investigación del Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBER), en su área temática de Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CIBEROBN), que establece una relación inversa entre la percepción del sabor y el peso.

La investigación, que, en colaboración con el Human Nutrition Research Center de Boston, y publicada en ‘American Journal of Clinical Nutrition’, avanza además en los factores genéticos y ambientales que condicionan las preferencias e ingestas de alimentos identificando, por primera vez, el gen LRRC32 asociado a la percepción total del sabor.

Sus resultados son pioneros en todo el mundo ya que es la primera vez que se reporta una relación inversa entre la puntuación en la percepción total de todos los sabores (total taste score) y el peso, obesidad y perímetro de la cintura en una población de 381 hombres y mujeres de entre 55 y 75 años.

Estudios previos del mismo grupo del CIBEROBN habían hecho mediciones aisladas de cada uno de los cinco sabores reconocido por todo el mundo (dulce, salado, amargo, ácido y umami), pero de forma individual.

Los hallazgos son relevantes para aportar nuevas evidencias en esta línea y ponen de manifiesto la importante relación entre percepción del sabor y obesidad y la necesidad de tener en cuenta la capacidad de percepción de los distintos sabores por cada persona a la hora de pautar dietas para prevenir o tratar la obesidad

«Al ser transversales, nuestros resultados no permiten saber si esta relación es causa o consecuencia y actualmente estamos trabajando en estudios de seguimiento. En este sentido, conclusiones recientes en ratones de laboratorio han demostrado que la inflamación que suele existir en la obesidad es capaz de destruir las papilas gustativas y ésta sería la consecuencia de que las personas obesas percibieran menos el sabor«, apunta Dolores Corella.

Por otra parte, a nivel de causa, «se hipotetiza con que una menor capacidad para percibir el sabor en determinadas personas determinaría que tuvieran que comer más alimentos para conseguir que llegara al cerebro una información suficiente de sabor para desencadenar las señales de saciedad y así parar de comer», añade.

 

BUSCAN DIETAS MÁS SABROSAS PARA PERDER PESO

 

Por todo ello, una de las medidas en las que se está trabajando desde el equipo del CIBEROBN es en la elaboración de dietas, no sólo saludables sino también sabrosas, que además se aconsejan personalizadas a las preferencias de cada persona para conseguir una mayor adherencia.

Al mismo tiempo, el grupo que dirige Corella ha investigado si existe una influencia genética en la percepción del sabor. Para ello, en este mismo estudio ha realizado un genotipado denso de todo el genoma en los participantes y analizado si existe asociación entre las variantes genéticas y cada uno de los sabores y el sabor total mediante la técnica de GWAS (estudio de asociación de genoma completo).

Anteriormente se habían realizado GWAS para el sabor amargo, y sus genes eran conocidos, pero no existían GWAS publicados para los sabores dulce, salado, ácido, umami ni la percepción total.

«Los resultados de GWAS nos han permitido replicar los resultados para el sabor amargo y sugerir nuevos genes para cada uno de los demás sabores. Queremos destacar por su novedad e interés los resultados obtenidos para la percepción total del sabor, ya que nunca se había planteado identificar un gen común relacionado con mecanismos de percepción para todos los sabores«, explica Corella.

El gen identificado por primera vez asociado con la percepción total del sabor es el denominado LRRC32, relacionado previamente con inmunidad, y, curiosamente, con asma y otras enfermedades pulmonares. «Es un dato curioso porque hace unos años se descubrió que algunos receptores del sabor, fundamentalmente del sabor amargo, además de en la lengua, se encontraban en el pulmón», explica.