Pintores de la identidad en la FIL de Guadalajara

EXCELSIOR

Montarán una muestra en la que la obra de José Clemente Orozco dialogará con la de José de Almada Negreiros

LISBOA.

Pescadores, marineros, cargadores del puerto, campesinos y migrantes, pero también saltimbanquis, bailarinas africanas y personas de la alta sociedad. José de Almada Negreiros (1893-1970) retrató a través de sus frescos “la identidad portuguesa con un toque de humor”.

Los trabajadores y la vida cotidiana de Portugal son los temas eje en la obra de este pintor y escritor clave para el arte moderno del país luso, donde creó a lo largo de medio siglo imágenes íntimamente relacionadas con sus novelas o poemas, afirma Mariana Pinto dos Santos.

La investigadora comenta que Almada Negreiros significa para Portugal lo que los muralistas Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros representan para México, “por la construcción de una identidad popular”.

Por esta razón, ha propuesto un “diálogo” entre Almada y Orozco, es decir, exhibir frente a frente la obra de ambos, lo que ocurrirá en el Instituto Cultural Cabañas a partir del próximo 22 de noviembre, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, de la que Portugal es invitado de honor este año.

 

El pintor y escritor portugués José de Almada Negreiros nació en Santo Tomé el 7 de abril de 1893 y falleció en Lisboa el 15 de julio de 1970.

 

La especialista agrega que, aunque los estilos de Almada y Orozco fueron diferentes, es posible establecer una “conversación” entre ambos, “por ser contemporáneos y tener un lenguaje que crea un sentido de comunicación con la gente”.

Detalla que si bien el artista portugués nunca conoció ni tuvo contacto con los muralistas mexicanos, sí seguía su obra, leía sobre ellos en los periódicos y estaba al pendiente de lo que pasaba con esta “sorprendente” manifestación artística mexicana.

Pinto dos Santos es la curadora de la exposición Lo que dicen las paredes. Almada Negreiros y la pintura mural, que mostrará al público mexicano la pintura del creador luso, los bocetos que dieron origen a las piezas, diversos documentos personales, libros y los famosos “Tapices de Portoalegre” de cuatro metros de altura, que reproducen los paneles plasmados en los muros de las Estaciones Marítimas de Alcántara y Rocha del Conde de Óbidos, del puerto de Lisboa.

Realizados entre 1943 y 1949, los frescos de Almada Negreiros fueron pensados, explica la experta en su obra, para un lugar donde los viajeros establecían su primer contacto con Europa, que debería ser de comodidad y grandeza, “funcionando como importante trasmisor de una imagen nacional”.

Esta propuesta del egresado del Liceo de Coimbra y de la Escuela Internacional de Lisboa se percibe vigente al recorrer los dos pisos de las marinas, donde se pueden admirar 14 frescos inspirados en el río Tejo y sus pescadores. “Reflejan la cultura de la pesca, los cargadores de sal, los espectáculos que se realizaban en el puerto. Él escogía sus temas”.

Pinto aclara que el muralista vivió la mayoría de los años de la dictadura de António de Oliveira Salazar, cabeza del llamado Estado Novo, que abarcó de 1926-1974; pero, a pesar de esto, no dejó que la censura afectara su obra. “Fue un artista paradigmático. Antes de la dictadura no había pintura mural ni vitrales. Y, durante ésta, los artistas empiezan a utilizar más los muros que los óleos. Almada se distinguió por abordar el nacionalismo con cierto toque de humor”, añade.

Además, prosigue, en su obra la mujer posee un papel importante. “Las esposas de los pescadores aparecen trabajando a la par de ellos, las damas observan en primera fila las reuniones que acontecen en el puerto, las bailarinas son bellas, altas y fuertes y las reuniones familiares están presididas por ellas”.

Pinto dos Santos destaca que Almada se vio influenciado por una línea cercana al neocubismo, que se evidencia en pinturas hechas entre 1946 y 1949, como Paseo de domingo en TejoBailarinas y pescadores y Saltimbanquis y noctámbulos.

El artista que conoció a Pablo Picasso hacia 1969 mantenía un constante diálogo con su propia obra literaria, pues en el cuento de Los saltimbanquis, de 1966, habla de una bailarina; escena que parece recrear en una de sus pinturas, indica la curadora. Otro rasgo sobresaliente en sus frescos son los enormes ojos de sus personajes. “Es algo que él repite constantemente. Creo que reproduce en sus lienzos ese rasgo físico que lo caracteriza, pues él tiene los ojos un poco más grandes que el común de las personas. Todo eso le da singularidad a su propuesta”, concluye.

Almada dejó una vasta obra: pintura, dibujo, obras de teatro y danza, novelas, relatos cortos, conferencias, ensayos, libros manuscritos ilustrados, poesía y arte gráfico. “Es un universo que aún no hemos agotado”.

El hombre en llamas, mural creado por Orozco en 1939. Foto: Instituto Cultural Cabañas