Política sin principios ni ética no es política

Por Horacio Corro Espinosa

Para el 17 de julio de 2018

 

La política se ha definido, genéricamente, como el arte de lo posible. Y para ser posible, no es posible negociar sin principios ni valores.

Cuando no hay principios, la política acaba siendo un conjunto de actos destinados a justificar la indignidad. Esto es muy común en nuestro país.

Cuando el político tiene valores y principios, se distingue diferente. Por desgracia no conozco políticos que tengan esa notoriedad. Los que se digan poseer estos valores, que por cierto, son muchos los que aseguran tenerlos, habrá que preguntarles qué entonces por qué no consiguieron su éxito electoral.

No creo que en México podamos encontrar hombres de la talla de Albert Einstein, por ejemplo, quien renunció a la presidencia de Israel, cuando se la ofrecieron los sionistas.

Un genio de la literatura: Emilio Zola, quien a pesar de las presiones escribió «Yo acuso», dirigido al entonces presidente de Francia, y donde desenmascaró la trampa contra el teniente Dreyfus, acusado de traición a la patria. Este libro le valió el exilio de su país.

Otro hombre que tampoco renunció a sus principios ni aceptó chantajes a cambio de seguir en el gobierno, fue Salvador Allende. Fue fiel a la unidad popular. Hasta el momento de su muerte mantuvo sus principios y defendió el programa político. Hoy la izquierda mundial los reconoce como patrimonio universal.

Estas son vidas ejemplares, difíciles de encontrar, pero existen. Tenemos a Sócrates, José Martí, Rosa Luxemburgo, Tina Modotti, Haydee Santamaría, García Lorca, etc. Hay mucha gente que lucha desde el anonimato y pone como aval sus principios, su conciencia y su dignidad.

Todos los políticos que nos presuman que tienen principios y valores bien cimentados en sus vidas y en sus familias, lo más seguro es que no sea cierto.

Los valores éticos y morales son irrenunciables. Ha habido casos en América Latina, que los militares no aceptaron la ordenanza de ley para violar los derechos humanos. Muchos de estos fueron enfrentados, repudiados, expulsados, perseguidos, torturados o asesinados. De haber aceptado, de haber guardado silencio, o de haber mirado a otro lado, con eso simplemente hubieran conseguido un ascenso, sin embargo, prefirieron no traicionar su conciencia. Seguro que tenían miedo, pero no fueron cobardes. Actuaron en consecuencia. Sabían a lo que se enfrentan pero procedieron de acuerdo a sus principios.

Pero en política mexicana los valores éticos y morales prácticamente no existen. Para no ir muy lejos, ahí tenemos al diputado local priísta Luis Antonio Ramírez Pineda, hijo de Heladio Ramírez López, exgobernador de Oaxaca, quien llegó el domingo a la casa de transición de Andrés Manuel López Obrador, en busca de chamba.

De ese tamaño es la pobreza y el hambre de este representante que nunca ha ganado una sola candidatura. De ese tamaño son los valores políticos de nuestro paisano, y por eso, de ese tamaño también debe ser nuestra vergüenza.

 

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