Ricardo de la Peña Marshall, con moral e irreverencia

EXCELSIOR

Excélsior charló con el diputado federal del Partido Encuentro Social. Es el único que pide encabezar la Comisión de Cultura

CIUDAD DE MÉXICO.

Se dice irreverente, pero también cree que debe cuidarse “la moral de la sociedad”; es paisano del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, pero afirma que no lo conoce en persona, y aunque se trata del único legislador del Partido Encuentro Social (PES) que ha levantado la mano para presidir la Comisión de Cultura y Cinematografía, Ricardo de la Peña Marshall acepta que desconoce la Ley General de Cultura y Derechos Culturales, aunque eso no ha impedido que se haya reunido ya con Alejandra Frausto, que ocupará la Secretaría de Cultura, para proponerle su ayuda.

Al diputado que encabezará la Comisión de Cultura en la actual Legislatura se le conocerá en próximos días, pero De la Peña se perfila como el único postulante. Historiador de formación, en la base de su propuesta, dice, están “los valores” de su partido y ataja con una sonrisa las críticas que ven con preocupación que el PES se haga cargo de la Cultura en diputados: “Es un cuerpo colegiado y todas las decisiones van a tener que salir en conjunto; además es bicameral, el que pueda haber un extremismo de la derecha yo lo veo muy difícil. Evidentemente habrá una marca de Encuentro Social, también una marca personal, pero no creo que lleguemos a los extremos porque todo tiene que ser consensuado, acordado”.

De la Peña es autor de 18 libros en los que se ha ocupado de la microhistoria de Tabasco y su capital, sigue dando clases en la universidad del estado todos los viernes y los lunes, de donde vuela directo a la Cámara. Dice que no es evangelista, pero sí “católico y practicante”. Cuenta que cuando fue director del Museo de Historia Natural de Villahermosa pidieron su renuncia, porque se le ocurrió organizar en el recinto un concierto de Chico Che, “uno de los cantantes más contraculturales si se ve estilísticamente la cultura”, opina.

—Como presidente de la comisión, ¿qué opinaría de una exposición que promueva los derechos de la comunidad LGTB o la legalización de la mariguana?, se le pregunta. “Soy muy irreverente y muchas veces me han perseguido por eso. Creo que todo tiene derecho de su propio espacio. Cada cosa y cada tema tiene su propio espacio. Así que consensuadamente con el grupo de la comisión habrá que tomar en cuenta qué lugares se le van a dar a cada uno de estos temas, porque para mí son interesantes; de nada nos sirve como sociedad enterrar la cabeza como la avestruz y decir ‘aquí no pasa nada, no veo y no oigo’. Tenemos que enfrentar los retos y en ese sentido yo soy muy irreverente; hay que hacerlo, pero hay que hacerlo con moral y con gracia, hay que tener estilo para poder hacer las cosas, porque al fregadazo, como decían las abuelas, ni los zapatos entran”, responde.

Cuando el diputado habla de moral se refiere a “la de la sociedad”. Y él mismo formula: “¿Cuál es la sociedad mexicana? Somos una sociedad muy dinámica, pero también muy conservadora en algunos renglones. Avanzamos a tropezones en lo liberal, pero tampoco dejamos de quitar el dedo del renglón en que somos conservadores. Ahí tenemos las diferencias regionales: el occidente camina a un ritmo, el noreste, el centro va a otro ritmo, es algo que no hemos analizado”. Las razones de esa diferencia, piensa, vienen desde la Conquista y los diferentes grupos que se asentaron en cada región.

—El arte puede ser subversivo y crítico, se le dice. “El arte es guerrillero y también es protesta, es enamoramiento, el arte lo es todo. No le veo mayor problema a darle voz a toda la expresión humana, nada más sin faltarle a la moral y en eso tampoco me voy a ir como en los años 40, con el ‘general presidente’, que tenía la Liga de la Moral y las Buenas Costumbres, tampoco tiro a eso. Soy un personaje práctico al que le gusta solucionar las cosas en el momento histórico que nos corresponde. Como historiador profesional tengo una visión de conjunto bastante interesante. Vamos a cuidar las formas como debe ser todo. Hasta para hacer transa hay que tener gracia”, responde.

De la Peña no tiene claro cuál sería su primera iniciativa como presidente de la Comisión, pero ya imagina escenarios: dice que es necesario contribuir a regresar el orgullo por la identidad nacional, piensa en un pasaporte infantil que le dé sellos a los niños de tercer grado que visiten museos y sitios arqueológicos; también cree necesario replantear instituciones como el INAH, el INBA o la Cineteca Nacional, aunque no explica cómo pretende hacerlo. Afirma que ya evaluó que, para funcionar, la Secretaría de Cultura necesita “un empujón” de cinco o seis mil millones de pesos extra, pero dice que el tema del dinero será cuestión de negociación y de ver de dónde “se puede jalar”.

En todo caso considera que tres factores permitirán cambiar las condiciones: uno, el propio “carácter de la cuarta transformación” planteada por López Obrador, que es “positiva, sin violencia y sin armas”; dos, que con el próximo presidente comparte terruño: ”podemos entendernos en el lenguaje que hablamos”, y tercero, porque la esposa del próximo mandatario, Beatriz Gutiérrez Müller, también es historiadora: “Tenemos una estructura mental que nos permite ver lo que muchas otras profesiones no ven y sentir lo que muchos otros seres humanos no sienten; eso nos hace sensibles a la problemática social, a percibir los cambios más ligeros del entorno y proponer soluciones novedosas”.

—¿Y qué opina de la Ley General de Cultura?, se le insiste. “Lo digo sinceramente, no la conozco, y lo digo por lo mismo que en el sureste estamos relegados y nuestra realidad es otra. Allá, para hacer cultura debes sobrevivir por cuenta propia. Las instituciones en los tres niveles no funcionan, es poco lo que llega. Desconozco esta ley, pero tenemos que analizarla y ver con los diferentes grupos cómo podemos hacerla perfectible y cómo aplicarla a la cultura”, asegura.

 

cva