Roban carcajadas a niños autistas en Hidalgo

robotEl Universal

Antes de que Yahir cumpliera un año, Celia notó que su hijo era diferente a los otros bebés; los médicos le dijeron que sólo estaba consentido. Fue hasta que el niño cumplió nueve años —cuando había sufrido discriminación y maltrato— que se le diagnosticó con el síndrome de Asperger.

“Fueron años de dolor e incertidumbre, al no saber por qué Yahir tenía dos años y no hablaba ni caminaba. Tampoco  sabía por qué no quería convivir con sus primos ni interactuar con los niños de la guardería”, recuerda Celia.

“Yahir tiene 11 años y me duele el tiempo perdido; pienso en que mi hijo pudo tener otras oportunidades”, dice la mujer de 34 años.

En el camino para buscar ayuda para su hijo, Celia supo que maestros y alumnos de la Universidad Politécnica de Tulancingo (UPT) desarrollaron un proyecto con el Robot Nao.

La utilización del robot, de fabricación francesa —con algoritmos realizados por maestros y estudiantes de la UPT— permite que unos 20 niños puedan contar con una herramienta que les ayude en el desarrollo corporal, lenguaje, comunicación y socialización.

El síndrome de Asperger se considera una forma de autismo de alto funcionamiento. Puede implicar dificultad para la interacción social, repetición de conductas y torpeza.

Se estima que en el mundo tres de cada mil niños padecen este trastorno, clasificado como Trastorno del Espectro Autista (TEA).

Demostración de amor

La cita es en el auditorio de la UPT. Padres de familia con niños diagnosticados con síndrome Asperger, emocionados miran el arribo del robot Nao.

Los niños que antes no soportaban la presencia de extraños y a los que les es difícil transmitir emociones, se sientan alrededor de Nao y ríen a carcajadas cuando el robot empieza a hablar, cantar y bailar.

Carlos Enríquez, catedrático de la UPT, narra que impulsados por el trabajo que hacen universidades de España y Estados Unidos, con niños con TEA, la Universidad de Tulancingo propuso que los cinco robots Nao con los que cuenta la institución, brinden apoyo social a niños con necesidades educativas especiales, asociadas principalmente con el autismo y algunos de los subgrupos como el síndrome de Asperger.

Detalla que desde hace seis meses se desarrolla este proyecto, de manera multidisciplinaria con sicólogos, pedagogos, ingenieros y el área de computación, y lamenta que el acceso sea restringido por lo caro del equipo.

Jazmín Ivey Miranda, quien labora en la Unidad de Servicios de Apoyo a la Escuela Regular (Usaer), un área de la SEP de Hidalgo, formó parte inicial de este proyecto y es de las más animadas, al mirar los rostros de los niños que rodean al robot.

“Es inevitable llorar de alegría. Yahir, por ejemplo, no quería salir del salón, yo soy la maestra de lenguaje y entonces tenía que valorar su lenguaje y no pude obtener nada. Yo escribí: ‘no tiene un lenguaje,  se comunica por medio de señas, hace algunos gemidos’ y ahora que me vio me dice ‘tía’!”. ‘¡Hola!’, esto es un gran avance, porque antes no podíamos ni reconocer sus emociones: si estaba contento o triste”, comenta.

El avance de Yahir y de los otros niños es logrado por la comunicación con el robot, refiere el sicólogo Jesús Hernández Cruz.

Señala que los niños con Asperger deben de desarrollarse de manera normal, acudir a una escuela normal es su derecho y es la mejor terapia; los problemas que puedan tener, son problemas de los adultos y son ellos quienes deben resolverlos, enfatiza.

Hernández Cruz recalca la necesidad de que estos menores tengan una vida digna.

Mercedes Villegas coincide en dignificar la vida de los Asperger. Ella también trabaja en la USAER, y es encargada del proyecto con los menores. Cuenta que para que las autoridades educativas permitieran las terapias con el robot,  se debía tener un sentido escolar, una vez salvado ese argumento, Nao trabaja con 20 niños a quienes ayuda por espacio de cuatro meses en la terapia.

Recibir el apoyo del robot —señala Mercedes— brinda a los padres y a los niños un ahorro de año y medio de terapias convencionales. “Se decide que los niños dejen el robot, cuando ellos aprenden que pueden accionarlo y darle vida”.

Pilar es madre de Diego, quien tiene 13 años y es uno de los niños más grandes del grupo.

“A los dos años Diego no respondía a su nombre, lloraba y no jugaba con los demás niños; al principio pensábamos que porque era hijo único y fue a los tres años cuando supimos del nombre de Asperger, a partir de este diagnóstico me olvidé hasta de ser mujer. Lo principal son ellos, al principio uno se pregunta por qué ellos, pero el amor incondicional de una madre lo supera todo”, comenta.

Marco Antonio Cardoso es el único estudiante —del grupo de 15 iniciadores—, que aún continúa en el proyecto, tal vez porque la computación es mi pasión o porque ver el fruto de su  esfuerzo en la sonrisa y lenguaje de los niños siente que cualquier esfuerzo vale la pena.

Marco es alumno de Jesús Monter, quien destaca que “la finalidad es aplicar la robótica a la vida social, por ello se busca involucrar a los  alumnos en este tipo de proyectos. Que la tecnología sea inclusiva  con la vida cotidiana”.

En el auditorio de la UPT todos olvidan que a los niños con Asperger no les gusta el ruido ni las personas extrañas o que se les dificulta la convivencia, con Nao enfrente los menores ríen, juegan y hasta se dejan fotografiar