Setterfield habla sobre el proceso creativo de ‘Érase una vez la taberna Swan’

EXCELSIOR

La autora inglesa Diane Setterfield, califica su más reciente título, como una novela de naturaleza humana

CIUDAD DE MÉXICO.

Érase una vez la taberna Swan (Lumen, 2019), la nueva novela de la escritora Diane Setterfield, teje, a veces desde la tercera voz narrativa, otras desde una polifonía de voces, una obra policiaca, también un thriller sicológico, obra de la naturaleza humana, en la que también cabe la novela costumbrista y en donde los personajes se reúnen en la taberna a contar historias del pequeño poblado de Radcot, ubicado junto al río Támesis.

En entrevista con Excélsior, la autora inglesa platicó sobre su proceso creativo y acerca de lo que representa el río Támesis en el entramado de su relato y la construcción de sus personajes, así como la importancia de revalorar el oficio de contar historias.

Tenía muchas ganas de escribir sobre una comunidad y contar las historias de diferentes personajes. Para darle un sentido de unidad a las historias, mantuve una narración en tercera persona que en diferentes momentos podía acercarse a un personaje en particular y luego cambiar a otro.  Cada voz está por encima de las acciones realizadas por ellos y las presentar de manera omnisciente, lo que ofrece una versatilidad y flexibilidad maravillosa.

La libertad de moverme de esa manera fue un desafío técnico en sí mismo, pero una vez que lo exploré un poco en los primeros borradores experimentales me di cuenta de qué tan poderoso era trabajar así y supe que valía la pena ese nivel de dificultad. También era necesario conocer muy bien a los personajes y eso me llevó tiempo. Lo que me ayudó en cada etapa de reescritura fue la pregunta: ¿y ahora, qué quiere la historia? Así que presté mucha atención a lo que más beneficiaría a la narración en cada momento, eventualmente encontraba la solución a todos los problemas técnicos que surgían”, explicó Setterfield.

Érase una vez en la taberna de Swan hilvana tres tramas en apariencia distantes entre sí: la de Robert
Armstrong, boyante granjero que tiene una mala relación con su hijo mayor; la de la familia Vaughan, matrimonio al que le secuestraron a su hijo; y la de Lily White, una solitaria mujer, quien vive en la parroquia y la limpia. Estos tres hilos narrativos son los que le dan la urdimbre policiaca, de thriller y sicológica a la novela de Setterfield.

Pienso en los géneros muy poco. Me encanta la novela policiaca y las historias de fantasmas, y tomo muchas cosas prestadas de ambos géneros, pero no creo que mi trabajo se ajuste directamente a ninguna de esas tradiciones.  Cuando la gente pregunta qué tipo de historias escribo, a veces digo: ‘de misterio’, pero realmente sólo pienso en mí misma como una narradora.  Lo que me interesa es la naturaleza humana y eso es importante en todos los géneros.

Es precisamente la naturaleza humana la que me interesa, y pienso que no puede tener sólo un género dedicado a ella, pues es esencial en cualquier tipo de narración.  Estoy particularmente interesada en cómo las personas manejan las pérdidas y las dificultades, y quiero que mis libros sean buenos compañeros para los lectores que han sufrido pérdidas o dificultades.

En mi propia lectura me encanta lo estilístico y lingüístico de la novela literaria y la brillantez narrativa de la novela de género, y supongo que en mi propio trabajo estoy tratando de hacer ambas cosas a la vez.  Para dar al lector historias humanas profundas escritas en bella prosa.  Ese es el objetivo”, afirma la también autora del bestseller El cuento número trece.

 

LA NOVELA, METÁFORA DEL PROCESO CREATIVO

 

Inmerso en los bosques, las colinas y junto al río Támesis, cuya presencia es esencial, el telón de fondo de esta obra sugiere la soledad de la naturaleza, la posada donde las personas beben y charlan, la posibilidad de escuchar el paso del río y ver sus cauces. Acaso esta sea una forma de entender la sicología de los personajes para Setterfield.

Desde el principio supe que quería que el río fuera una presencia poderosa en el libro.  Recordé haber aprendido acerca de ‘la patética falacia’ en mis clases de literatura inglesa y supe que no quería que mi río reflejara las acciones y sentimientos de la humanidad, ya que somos sólo una especie en la naturaleza y el río existe fuera y por encima de nosotros.  Quería retratar que un río es como el Dios de una religión perdida, lleno de significados que solamente podemos imaginar, lleno de poder y cuyas intenciones son oscuras, que dependemos de él, pero que él apenas nos conocen.

A medida que escribía, me volví cada vez más consciente de la forma en que una novela podía ser una metáfora de sí misma e igualmente del proceso creativo. Cuando caminé por primera vez por el camino del Támesis, me sorprendió lo seca y superficial que era su presencia, como lo es la etapa inicial de la escritura. Seguí recordando eso cuando en una ocasión me quedé varada en él, y reconocí como un palo caído en un río podría quedar alojado en los escombros de su profundidad durante días, pero que eventualmente vendría una fuerte lluvia y lo arrastraría río abajo hacia el mar”, comentó.

 

LA HABILIDAD DE CONTAR HISTORIAS

 

Novela presentada en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que finaliza mañana, Érase una vez en la taberna de Swan busca revalorar la importancia de los contadores de historias, del imaginario al servicio de la creación. “Me fascinan los humanos y su necesidad de contar historias. El siglo XIX fue un gran momento para contar historias, por ejemplo. El cristianismo todavía era fuerte en Inglaterra, con todas sus historias sobre los retornos de la muerte. La creencia en la brujería y la superstición fueron influencias poderosas en áreas rurales aisladas.

Los cuentos folclóricos y leyendas estaban en circulación todos los días. Pero también existieron otras influencias que generaron nuevas historias: en el extranjero y en Estados Unidos se estaban gestando ideas nuevas, que más tarde serían llamadas sicoanálisis. Todos mis personajes se relacionan de manera diferente con las historias de ese tiempo.  Algunos son pensadores científicos y otros están más cercanos al mundo del folklore y la superstición. Juntos toman los hilos rotos del evento que presenciaron y los entrelazan para crear una nueva realidad”, concluye la autora.