Tapados políticamente incorrectos

Por Horacio Corro Espinosa

Aunque mucha gente los ha visto caminar por las calles y casi no lo puede creer, déjenme decirles que lo que ha visto sus ojos sí es cierto. Aquí están de regreso, son ellos, son una combinación de monstruos con zombis, algo así. Alguien los sacó de sus mismas tumbas y ahora merodean cafés, restaurantes, visitan amigos y periodistas para que éstos les certifiquen su existencia, o su retorno.

Esos personajes que creíamos que ya no volverían más al oficio político oaxaqueño, ahora andan aquí, entre nosotros.

Los viejos grupos del poder andan desatados por todas partes. Reaparecieron porque hoy no es como antes. Antes, ser político era ser disciplinado y esperar rigurosamente los tiempos para ir al encuentro del destapado o del dedeado.

Como eso se quedó atrás y hoy es una completa indisciplina, brotaron aquellos monstruos con marcadas llagas de corrupción en el cuerpo. Mucha gente ya los había olvidado, pero regresaron para ser considerados en las próximas contiendas electorales.

Los tiempos modernos exigen que si no te dan lo que pides, debes de arrebatar. El tapado tiene que auto destaparse porque la indisciplina es lo de hoy.

Casi todos los aspirantes de cualquier partido político están poniendo en práctica aquellas palabras del gobernador Alejandro Murat: «No hay que ser políticamente correctos». ¿Se acuerdan cuándo la dijo? Apenas empezaba su campaña.

Murat, el gobernador actual dijo la frase, y con ella sembró la indisciplina, el madruguete, la desobediencia, la rebeldía.

Sin embargo, en los tiempos de Murat viejo, el destape o el dedazo era esperado sin hacer aspavientos. Si el resultado no era favorable, tenían que hacer de tripas corazón. Esa era la regla. Así era el proceso y el ritmo de la política.

Hoy el tapado aunque no tenga nada asegurado ni figure en las encuestas, tiene la obligación de  arrebatar porque son los tiempos donde “no hay que ser políticamente correctos”.

Desde la creación del PRI y del PAN, la selección del candidato era una regla que no se podía quebrantar. Esta práctica se sostuvo hasta que intencionalmente se perdió la investidura presidencial, y eso fue con Vicente Fox.

Seis años después, Felipe Calderón tuvo que aceptar la imposición de Josefina Vázquez Mota. Después de eso, en el PRI y en el PAN llegaron a gobernar los chavos, y todo el respeto y toda aquella expectación para destapar al seleccionado se perdieron.

En la entidad oaxaqueña ya no importan los líderes naturales, sino la lana. Quien tenga más dinero en los bolsillos tiene más oportunidad de ocupar un espacio de “honorabilidad”. Ya no existen las capacidades ni las disposiciones para servir,  solo sirve el billete y quien esté ligero para no ser “políticamente correcto”.

La selección de candidatos ahora es un tianguis y un regateo de precios. Es el resultado de no ser políticamente correctos.

El mensaje de «no hay que ser políticamente correctos», no fue un recado precisamente para los priístas, sino para todos los partidos políticos. Todos se han montado en la frase de Murat gobernador.

Fue así como Murat trazó el destino oaxaqueño con su frase, y si no la hubiera dicho, la entidad no estaría viviendo en la modernidad.

Antes, cuando se daba a conocer el tapado, todos los grupos políticos se quedaban quietos, sin hacer escándalos, y comenzaban a trabajar a favor del designado. Todos los militantes se unían en la «cargada unificadora», y además, ponían en práctica la operación “cicatriz”.

El no ser políticamente correctos, está orillando a los políticos viejos y jóvenes a ser más agresivos, más confrontados, más bravucones, con tal de obtener la candidatura.

Ojalá Oaxaca no llegue a vivir por lo que está pasando Guerrero, donde una expriísta, después de haberse registrado como precandidata a diputada local, fue asesinada.

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