Víctor Solís no abre el pico

EXCELSIOR

El caricaturista publica ‘Sin decir ni pío’, libro en el que apuesta por ese silencio que es previo a la reflexión

CIUDAD DE MÉXICO.

El silencio como antesala de la reflexión. En los 120 cartones “silenciosos”, donde la palabra y el alfabeto escrito están ausentes, que integran el nuevo libro de Víctor Solís (1967) titulado Sin decir ni pío, el lector es quien pone los diálogos, imagina y razona.

Para mí, el cartón de humor tiene dos partes: lo que hace el dibujante y lo que hace el lector. Dependiendo de quién lo ve, de su experiencia, su bagaje cultural o estado de ánimo, es la rapidez con la que se le encuentra sentido al dibujo”, comenta en entrevista.

El caricaturista afirma que en este su tercer libro de autor quiso proponer un tipo de lectura singular. “Había que seleccionar algo que tuviera unidad, sentido. La experiencia fue interesante para mí, porque tuve que acomodar el tipo de trabajo que se requería.

De entrada, los cartones te presentan imágenes y color para que te metas en ellos y les encuentres el chiste. Unas veces el detonador está al alcance de la mano, pero otras lo tienes que buscar”, explica.

El artista visual prefiere un lector activo. “Aunque cuando hago los dibujos no pienso en la reflexión que puedan motivar. Yo mismo soy lector. Cuando veo un cartón de humor que es predecible, me lo salto rápido. Es como un cohete cebado, porque no te aporta gran cosa”.

Así, quien trabaja aún “a la antigüita”, es decir, usa tintas, acuarelas, y espera los procesos naturales del secado del papel, reúne en Sin decir ni pío (Lumen) una selección de cartones independientes uno del otro, en cuanto a temática, confeccionados durante los últimos 30 años.

No pretendo ser cartonista político. Soy más un dibujante de temas: ciudad, economía, medio ambiente. Este último tópico lo trabajo desde los años 90, cuando no se consideraba noticia: la deforestación, los animales silvestres y el abuso de animales domésticos.

La idea es mostrarme como un humano y un ciudadano que es parte del problema, por su acción u omisión. Doy un tratamiento irónico sin caer en el amarillismo o en situaciones trilladas. Lo hago para exhibirnos ante nosotros mismos. Todos somos responsables”, agrega.

 

El colaborador de Excélsior crea sobre todo imágenes cotidianas que resulten familiares para la mayoría, escenas que tienen cierta cercanía con la gente; lo que sucede en el parque, el banco o un estadio. “Convierto lo cotidiano en cartón de humor dándole una vueltecita de tuerca”.

Aclara que lo interesante de trabajar estos temas es que no son coyunturales, que permanecen vigentes durante mucho tiempo. “Los sigues disfrutando. No aparecen personajes identificables. Se trata de nosotros mismos”, añade.

Quien comenzó su vida profesional en 1982, en revistas de humor general, piensa que, si bien ya encontró su lenguaje personal en el cartón, todavía sigue explorando los trazos de sus imágenes para “comunicar de la manera más objetiva”.

Destaca que su trabajo aporta la mirada de “alguien de a pie”, aunque también tiene carro, que proviene de una familia de clase media y vive la ciudad de una manera específica.

No me considero una persona graciosa. El entorno familiar marca tu sentido del humor; pero creo que éste siempre debe sorprender, decir algo nuevo. El humor es un canal de expresión de tu inconformidad. Es una manera de decir lo que opinas de las cosas. Es una actitud ante la vida”, concluye.

Solís adelanta que planea hacer un libro de cartones de humor sobre economía.