Voto de silencio en Turín

EXCELSIOR

El equipo multicampeón del futbol italiano, castigado por su afición
Las excelsas jugadas que se aprecian en el Estadio de la Juventus se desarrollan con la paradoja de que son esca-samente celebradas por los grupos de animación de la Vecchia Signora, que de esta manera protestan por el alza en los precios del boletaje / Fotos: Jorge Santamaría AP y especial / Fotoarte: Jesús Sánchez

TURÍN.

La historia de amor entre la Vecchia Signora de Italia y su afición no para de escribirse.

Juntos han vivido episodios que van desde la tragedia de Heysel, en 1985, en la que murieron 39 aficionados bianconeri durante la final de la Copa de Europa que ganaron al Liverpool con gol de Michel Platini, a ser los máximos campeones de la Serie A con 37 scudetti, un número que pretende esconder la frustración de una tifosi que sigue soñando con la Orejona.

Sin embargo, el capítulo de esta temporada es sepulcral, pues involucra un voto de silencio que deja una gran lección para el resto de los clubes y aficiones de todo el mundo.

 

FUEGO CONTENIDO

Es sábado. Juega la Juve de local al noroeste de la región de Piamonte. El Allianz Stadium ve sus alrededores atiborrados de piratas que se aprovechan del auge de Cristiano Ronaldo. Fotos, playeras, estampados, bufandas, llaveros, plumas, caretas, todo alusivo al astro portugués.

Los extranjeros son los consumidores, la mayoría de ellos asiáticos que pagan por un producto réplica lo mismo que cuesta uno original en la Juventus Store. Coreanos, japoneses y chinos parecen embelesados por la figura de Cristiano y gastan a raudal.

Los chiquillos pasan en hombros de sus padres con el dorsal 7 de Cristiano, mientras un grupo de ultras termina sus cervezas y canta: “¡sono un ultra bianconero.. ale, ale, ale oh…!”

De lejos, la gente los graba, algunos se percatan y levantan el dedo medio. Todo se queda ahí. La agresión no es contra sus propios colores. El enemigo de la noche es el Empoli y sus cuadrillas de los Desperados y Young Ultras. Murmuran que llegaron en autobuses resguardados por los carabinieri. Los radicales los cazan, pero ya ingresaron al estadio.

La Drughi, el grupo de extrema derecha de la Juve, está instalada en la Curva Sur. Son amos de la cabecera que, además de italianos, da lugar a alemanes, franceses y belgas que dan su vida por la Signora. Del otro lado, la bandera del Núcleo 1985 hace valer su presencia. La Tradizione y los Vikings están en el mismo terreno nórdico.

Los separa una valla de acrílico reforzado de las provocaciones de los toscanos. A los locales les pintan dedo, gritan “¡vaffanculo!” (la mentada de madre italiana) y mantienen la frialdad porque entre los que apoyan al Empoli hay mujeres y niños. Además, no les interesa liarla con los apenas 70 visitantes celestes.

Se levantan las bufandas blanquinegras. Es tiempo del himno local, “Storia di un grande amore” y 41 mil personas lo cantan. Si no se sabe italiano, el aficionado de corazón lo canta. La localía así lo exige y el gigante mosaico que se dibuja inspira a hacerlo. Igual con el anuncio de las alineaciones: el sonido local dice el nombre y el “jugador 12” se encarga del apellido.

Si el ritual previo al inicio es brutal, ¿qué se puede esperar durante los 90 minutos? El aficionado ronaldista queda desconcertado. El de casa sabe lo que viene. Rueda el balón por los pies de Federico Bernardeschi y retrasa a Giorgio Chiellini. Los Desperados del Empoli saltan y gritan como locos. El “¡Forza azzurro!” le quita la atención al mal juego de la Juventus.

Los ultras se quedan pegados en su pequeño cono asignado al norte del estadio, mientras las mujeres ondean banderas blancas sobre los asientos. Los más pequeños, vestidos de azul, hacen su aportación.

Tres veces estuvieron a punto de marcarle a Wojciech Szczęsny, portero de la Juve, y el aliento crece. Se roban la atención del partido. ¿Cómo 40 mil permiten que 70 personas impongan sus cánticos y gritos? ¡Cantando con huevos!, diríamos en México, pero ninguna Curva bianconeri se inmuta.

Apenas se escuchan silbidos para contrarrestar el canto visitante. Los grupos que apoyan a la Juve contienen su fuego.

Hasta el minuto 39 se escucha una reacción nórdica. Un “¡La Juve somo noi!” rápidamente es apagado por aplausos y una silbatina local, aún cuando es un canto tradicional para recordar a las víctimas de Heysel. Los toscanos aprovechan el momento y retoman la iniciativa con un “¡Juventus, vaffanculo!”. El silencio de los de la Juve incomoda al espectador primerizo, pero ese silencio deja escuchar los toques de balón, los gritos del técnico Massimiliano Allegri, los inofensivos testarazos de Mario Mandzukic y el choque que dejó a Berna sobre el césped.

El zapatazo de Moise Kean despertó del letargo a los juventinos. El gol de la joya italiana se grita con todo, libera el fuego guardado durante la mayor  parte del partido, alivia el dolor, el coraje y el rencor de ver que los amos del Allianz Stadium son los visitantes, no los de casa. Ahora sí, a los

azzurri les cantan el gol en las caras, a través del cristal, y no les queda más que tragarse el coraje, insultar sin ser oídos y retirarse del estadio con la sensación de que su temporal localía fue sólo un espejismo para el hasta hoy descendido Empoli.

HUELGA DE GRITOS

Pero no hay que confundirse, la afición del equipo más odiado de Italia es igual de grande que el equipo mismo. Sin embargo, desde principio de la temporada los radicales convocaron a una huelga de silencio debido al incremento exagerado del precio de las entradas, que se disparó hasta de un 30% para abonados y público en general, según reportan medios locales

Ver a la Juve en Turín va de los 45 euros (945 pesos mexicanos) a los 180 (tres mil 780). El de la Juve es el estadio más caro de Europa hasta el momento, pues en el resto de Italia los precios van de los 11 euros (231 pesos) a los 75 (mil 575), en promedio. Es más barato ver un partido del Real Madrid en el Santiago Bernabéu, pues sus precios van de los 35 euros (735 pesos) a los 120 (dos mil 520).

Así que el aliento permanece encerrado. Nadie canta, nadie echa para adelante al equipo y puede que esto haya mermado el ánimo de los jugadores en la cancha, además del hospital en el que se convirtió la escuadra bianconera. Hay excepciones. En la tribuna se cuenta que sólo en la épica voltereta al Atlético de Madrid en la Champions suspendieron el castigo.

Además, se suma el caso de la supuesta relación entre los Agnelli, dueños del equipo, y la mafia calabresa Ndrangheta en la reventa de boletos, denunciada por Ciccio, un líder ultra que, de acuerdo con el programa italiano Report, fue arrojado de un puente para que pareciera un suicidio.

A raíz del hecho, los radicales no han dejado de manifestar su odio hacia la familia Agnelli con pancartas que los tildan de “cerdos” y ellos mismos son los que lideran el silencio de una Vecchia Signora ya campeona de su país, cuyo partido ante la Fiorentina fue testigo de la última protesta severa contra la directiva, ya que todos los grupos ultras colgaron sus banderas al revés por el descontento ocasionado por la eliminación de la Champions  y, sobre todo, por los altos precios del boletaje.

 

LOS DRUGHI

Es la barra más radical de la Juventus, renombrada después de ser bautizada como Arancia Meccanica, totalmente inspirados en la película La Naranja Mecánica y fundada en 1988. Con ideología totalmente de derecha, es causante de varias multas al club por cánticos racistas y, por lo mismo, están enemistados con Tradizione Bianconera, Viking y Bravi Ragazzi, y casi todos los ubicados en la Curva Sur.

 

CONTRA LA REVENTA

Todo abono y boleto vendido al público en general está personalizado desde su compra en línea para combatir la reventa, así que si usted planea ir a conocer el Allianz Stadium debe llevar su pasaporte para acreditase como dueño único del boleto, el cual es escaneado tres veces.

 

“STORIA DI UN GRANDE AMORE”

El himno de la Juventus es interpretado por Paolo Belli y es tradición cantarlo desde 2006 previo al inicio del partido con las bufandas extendidas al aire.