Chicago, capital del crimen en Estados Unidos

EXCELSIOR

Cientos de bandas callejeras cometen excesos y es común ver a niños de 12 años portando armas de fuego

CHICAGO.

Tannika Humphries está desesperada. Frente al altar de la iglesia bautista Stone Temple en Chicago yace el cadáver de su hija en un ataúd abierto cuyo interior está forrado con seda morada. Aunque Jahnae era su hija mayor, se refiere a ella como su “bebé”. Esta mujer de 41 años tiene nueve hijos, seis niños y tres niñas. “Ahora sólo tengo ocho”, lamenta.

Jahnae fue víctima de un crimen: un disparo en la cara deformó el cadáver de la joven. Su muerte forma parte de la brutal realidad que se vive en las calles de Chicago. Bandas de jóvenes merodean por los barrios pobres del sur y el oeste de la ciudad mientras la policía observa casi diario cómo unos adolescentes acaban con la joven vida de otros.

Humphries no encuentra la calma ni en el funeral. El sepelio ni siquiera ha comenzado cuando los miembros de una banda entran en el templo para despedirse de la fallecida con grandes gestos. Sacan los móviles de los bolsillos de sus pantalones y basta un mensaje de los rivales para dinamitar la celebración. La policía se aproxima, los asistentes huyen.

Las disputas

Así es Chicago en 2018: la ciudad de Al Capone se volvió a convertir en capital del crimen. Pese a que las tasas de asesinatos en relación con el número de habitantes son más altas en Memphis o Baltimore, en algunos barrios de la metrópolis a orillas del lago Michigan reina la ley de la calle como en ningún otro lugar. La criminalidad sube, sobre todo en verano, y aquí criminalidad equivale a asesinato.

El primer fin de semana de agosto 77 personas fueron alcanzadas por disparos, 12 de ellas murieron. Semanas después sólo se ha abierto un procedimiento contra un sospechoso. El balance posterior no es mucho más alentador. Cientos de bandas callejeras cometen excesos y a menudo se ve a niños de 12 años portando armas de fuego. Se enfrentan por drogas, dinero y su primacía en el barrio.

La guerra callejera en esta ciudad de tres millones de habitantes se limita a unos pocos distritos en el sur y el oeste. Se trata de barrios subdesarrollados habitados sobre todo por negros. Allí fue donde el expresidente Barack Obama reunió sus primeras experiencias políticas y donde creció a su esposa, Michelle.

Los alrededores del parque Garfield son una de estas zonas. Ahí la policía no tiene poder, intenta impedir lo más grave y gestionar la violencia. “Ellos disparan. Y el motivo por el cual lo hacen es porque con ello sobreviven”, dice el jefe de policía Eddie Johnson, quien considera que tanto los tribunales como los fiscales deberían tomar más medidas. Según Johnson, los crímenes son, en su mayoría, consecuencia de rivalidades entre bandas callejeras.

Débil lucha

La cuota de los asesinatos esclarecidos en Chicago es tan sólo de 14 por ciento y la cifra de asesinatos en relación con los habitantes es casi el doble que en Nueva York. El alcalde Rahm Emmanuel tiene problemas para contratar policías y su intento de enviar más patrullas a los barrios fracasó.

En realidad, Emmanuel, quien es alcalde de la ciudad desde hace más de siete años, es el blanco de las críticas a la autoridad, que hablan de años de corrupción, arrogancia y racismo. “Chicago es la ciudad más racista de Estados Unidos”, asegura el pastor negro Greg Livingstone, que dirige la organización Coalición para un nuevo Chicago.

“Aquí hay dos ciudades distintas”, dice. Por un lado, el norte elegante a orillas del lago Michigan, donde los ricos y guapos beben champán y los turistas admiran la arquitectura de los históricos rascacielos art decó. Por el otro, el descuidado sur y oeste.

Expertos coinciden en que en Chicago el avance se producirá lentamente. Cada tres horas alguien recibe un disparo y cada 15 muere una persona por las balas. Tan sólo que esos tiempos fueran más largos ya se consideraría un éxito. Pero aunque las cosas mejoren, para Tannika Humphries ya será tarde.