Hernán Cortés, el estratega

EXCELSIOR

Para el historiador Luis Barjau, la visión sobre Cortés y La Malinche siempre ha sido polémica, rencorosa y equívoca

CIUDAD DE MÉXICO.

Hernán Cortés pasó a la historia como un ambiguo César cuyo prestigio los siglos no han terminado de definir”, dice a Excélsior el antropólogo y etnohistoriador Luis Barjau, en el marco de los 500 años de la irrupción española en Mesoamérica, para luego hablar sobre los miedos de Moctezuma, La Malinche como mediadora diplomática y las medidas de la Corona a las que se opuso.

Cortés –explica Barjau–no fue sólo un capitán impío obsesionado con el exterminio; tampoco el guía único de un pequeño grupo de 500 soldados que derribaron solos el imperio azteca, pero sí fue un sagaz negociador político y un estratega militar de primer rango”. A diferencia de la política de la Corona -representada en el Nuevo Mundo por el virreinato de Diego Colón en La Española o Santo Domingo, hijo del Almirante, y por la gubernatura de Diego Velázquez de Cuéllar de Cuba-, Cortés se pronunció contra dos medidas tomadas por aquellos: la de no procrear con las mujeres de la tierra y la de esclavizar a los nativos. Así que tuvo la intuición de dominar y conquistar Mesoamérica involucrándose física y culturalmente con ella”.

Con su incursión, Cortés derrumbó el antiguo régimen mexica, consiguiendo la alianza de otros reinos locales sobre los que pesaba el tributo de hierro, que la metrópoli azteca impuso y que no soportaban más porque su rigor no retribuía nada a cambio.

Otros aliados de Cortés, como los tlaxcaltecas, fueron enemigos ancestrales de los mexicas: desde que saliera la migración de las siete tribus de Aztlán-Chicomóztoc, allá en los orígenes. Cortés y sus aliados derrumbaron pues el reino mexica, sin dejar piedra sobre piedra de la brillante ciudad de México.

33 años tenía Cortés cuando llegó a Mesoamérica, donde observó que el negocio era la cristianización de indios

Pero el capitán no abolió el régimen tributario que oprimía a la mayoría, sino que se montó en él, aunque exigiendo esta vez solamente un producto: oro. Y este metal era solo un adorno para los indígenas. Con tal golpe a la ciudad-Estado de México-Tenochtitlan, se crearon las bases de la sociedad en que vivimos hasta hoy.

¿Detecta una visión romántica en torno al conquistador?, se le inquiere al experto.

Nunca ha habido en México una visión romántica en torno al conquistador; sino polémica, rencorosa y equívoca. Y con estos ingredientes, dicha visión ha tratado de desempeñarse más en un sentido realista, aunque todavía sin conseguirlo”.

Sin embargo, pese a lo que se afirme, Cortés sí tiene un lugar importante en la historia de España.

Aunque ocurrió que muchas voces críticas, desde el propio siglo XVI, han puesto en duda la heroicidad de este personaje. En aquel tiempo se decía que Hernán se había valido de una mujer de la tierra, Malintzin, que la convirtió en su “barragana,” para conquistar México. Después, siempre existió animadversión hacia él, sobre todo a opinión de muchos intelectuales españoles.

Otra parte importante de España siempre lo ha tasado con orgullo como un gran conquistador y de la talla o más que el propio Julio César. En la actualidad hay un movimiento que se ha manifestado en exposiciones y opiniones por rescatar su figura”.

En su opinión, “parece haber en España, la necesidad de definir a un gran héroe, conveniente a su prestigio internacional. Pero al menos en las exposiciones habidas hay la tendencia de tratar de borrar la leyenda negra cernida sobre la imagen cortesiana. Un flagrante error. Porque la muy compleja imagen de un hombre tan notable se debe en parte a tal leyenda”.

Y si se debe erigir una estatua dorada en España y en México, sobre el conquistador, añade, debe incluir su leyenda y las dudas que procura, así como el rencor y sus prejuicios.

Barjau es etnólogo, integrante de la Dirección de Estudios Históricos del INAH y autor de libros como Hernán Cortes y Quetzalcóatl y La conquista de la Malinche. .

LA MALINCHE

 

Otro tema polémico sobre el arribo de los conquistadores es La Malinche, quien sí se convirtió en un factor decisivo para Hernán Cortés, detalla el experto.

Sin la mediación traductora de La Malinche, Cortés y su hueste habría tardado años para realizar sus propósitos. Pero la acción de esta gran mujer, como faraute, es decir, como mediadora diplomática y política, no se habría descubierto en qué consistía el sistema socioeconómico encabezado por México-Tenochtitlan y consistente en el sometimiento militar de muchos reinos mesoamericanos, bajo el sistema tributario.

Y el conocimiento de este fenómeno permitió la alianza con Hernán Cortés de miles de indígenas, enemigos de la metrópoli central”, apunta.

Así que Doña Marina se volvió un símbolo castigado, por la configuración a lo largo del tiempo, del prejuicio de haber sido ella una traidora a la patria, a su pueblo y a “su raza”.

Pero ya es del conocimiento común que aún no existía una noción de patria unitaria como la de hoy”.

Sin embargo, los prejuicios contra La Malinche se exacerbaron a partir de la Independencia, cuando la identidad nacional era una exigencia impostergable.

El feminismo actual no ha tomado la imagen canónica de La Malinche por desconocimiento profundo del desarrollo histórico y existencial de esta mujer ejemplar, y acaso por no haberse desligado del todo de los resabios de aquellos viejos prejuicios que gravitan sobre su figura”.

¿En qué momento Moctezuma sintió mayor temor? “Cuando terminó de observar los ocho presagios sobre el fin de su imperio, enumerados por fray Bernardino de Sahagún, y cuando consultó a todos sus asesores sobre aspectos mágicos, teológicos y cosmológicos respecto de la llegada de gente extraña, y que todos invariablemente le dieron respuestas negativas, ahí entró en una suerte de crisis”, concluye.

GENOCIDIO INDEFINIDO

 

Una de las mayores dudas que enfrentan los expertos de nuestro tiempo es definir si la Conquista fue o no un genocidio, reconoce Luis Barjau.

Diría que no, porque el genocidio implica aniquilación o exterminio, y después de la caída de Tenochtitlan sobrevivieron muchos y el enorme resto de la población mesoamericana no se acabó por efectos de guerra. La brutal caída de la población mesoamericana fue por efecto de la peste, aunque en cierta proporción también por el sometimiento a duras tareas que no estaban contempladas en los hábitos de los nativos y  por el desaliento espiritual”.

Pero también es sí, “porque la consideración universal de un genocidio responde comúnmente al hecho de la matanza nazi de judíos, aunque estos no se extinguieran; también a la muerte de miles de japoneses de Hiroshima y Nagasaki. Y otras muchas catástrofes en la historia del mundo. Bajo esta excepción, la caída de México-Tenochtitlan sí fue genocida”, expresó.

Barjau también alude a la teoría de que fue Pedro de Alvarado quien inició la guerra contra los mexicas en 1520 y no Cortés quien andaba de expedición:

Por inferencia lógica, (aunque no hay datos que lo prueben), pienso que Cortés ordenó la matanza del Templo Mayor”.

Porque esa matanza, donde se reunieron los sacerdotes y guerreros, fue idéntica a la de Cholula, es decir, una medida de guerra cuando se consumó la prisión de Moctezuma y el pueblo azteca se preparaba para la guerra.

Además, “Pedro de Alvarado sabía muy bien cómo era la reacción de Cortés ante la desobediencia… y una acción como la del Templo Mayor, sin la anuencia del jefe, hubiera sido causa de muerte”.