Huaxyacac, ya no está en la nariz de los huajes, ahora está por los suelos.

 

Por: Haywood Miller/ Impulso. L. A.

Volver a caminar por estas calles bajo la lluvia de junio, embelesarse con una calenda, un festival o simplemente con la algarabía de la marimba o de la banda de música de Oaxaca, era toda una experiencia para quienes realizábamos casi un peregrinar a esta Verde Antequera cada que había oportunidad.

Oaxaca como toda gran ciudad en desarrollo está perdiendo sus orígenes y raíces coloniales que durante mucho tiempo la mantuvieron como un gran destino para visitar en cualquier época del año.

El clima- consecuencia natural- ha cambiado con el pasar de los años y ahora ya no cuenta con un clima cálido o templado como lo conocieron muchos visitantes de diferentes partes del mundo que elogiaban no solo el clima sino lo esplendoroso del cielo, cielo azul que daba diferentes tonalidades en diferentes épocas del año y hasta en el mismo día.

Las calles empedradas han dado paso a las grandes planchas de cemento, las construcciones coloniales de principios de siglo han dado paso a construcciones modernas donde predomina el cristal y el aluminio o en el mejor de los casos ladrillos blancos o rojos embadurnados de cemento que simulan a una dama de la tercera edad llena de maquillaje queriendo ocultar algunos defectos.

Los tendejones y tradicionales estanquillos se han convertido en tiendas de conveniencia, como se les llama ahora, lugares que lo mismo venden cigarrillos, cervezas, chanclas para la playa y hasta lentes de sol como si fuera en un destino de playa.

Las casas coloniales de hace un siglo o más, continúan su lento deterioro y poco a poco, los adobes se van cayendo, las piedras de cantera van pulverizándose como si de un enfermo de cáncer se tratase.

En cada marcha, mitin o manifestación, quienes participan en ella se enfrascan en una loca carrera para ver quien pinta más consignas aprendidas de un sistema de gobierno que ya paso a la historia, y que tuvieron su auge hace más de cincuenta años pero que no contribuyeron en gran cosa en la transformación de la vida social y cotidiana.

El zócalo tan maltratado se ha llenado de vendedores de piratería, productos chinos, figuras de madera de otros estados, plata de Taxco guerrero, blusas y vestidos de Chiapas y Guatemala, cargadores para celulares, muñecas de Michoacán, y un sinnúmero de limosneros, músicos ambulantes y borrachos y drogadictos que lo mismo se alcoholizan y drogan en el zócalo hasta los que defecan enfrente del palacio de gobierno.

Más adelante, sobre lo que hasta hace algunos años era el andador turístico, se pueden encontrar tatuadores venidos de la ciudad de México durante el movimiento social del 2006, bailarines, cantantes, niños triquis exponiendo dibujos en hojas de cuaderno, promotores de viajes turísticos, etc.

El centro histórico es un caos que en este año ha llegado al fondo de la desdicha por inacción del gobierno estatal y municipal, mientras esta otrora verde Antequera se cae a pedazos, se vuelve polvo, añicos y solo un bello recuerdo.

Poco a poco se auto destruye la ciudad colonial que elogiaran los grandes escritores, como Ferlingheti, o Mark Overmeyer, solo por citar algunos, quienes eligieron esta ciudad para inspirarse, ahora poco o nada les importa a los custodios de este gran tesoro llamado Oaxaca, que fue conocido por los Mixtecas como Ñuhundúa, los zapotecas lo llamaban Luhulaa a este lugar que ya se llamaba Huaxyacac nombre que significa » Principio de los guajes» o » En la nariz de los guajes», como lo describe el maestro Jorge Bueno Sánchez, en su libro » Bajo la fronda del Viaje milenario».

Da pena y tristeza saber que a los habitantes de aquí ya no les interese mantener a su ciudad en buen estado, quizás pareciera que se enfrascaron en una carrera infernal para ver quien destruye más rápidamente los vestigios históricos en el menor tiempo posible.

Lástima tambien, que las autoridades municipales, (que no tiene caso mencionar sus nombres), estén más interesadas en sostener sus malos hábitos o hasta vicios y en llenarse los bolsillos de dinero, sabedores que esta es su única oportunidad de recuperar la inversión de las campañas, porque después de que la gente se dé cuenta de sus acciones no será posible tener de nuevo el poder en sus manos.

El dinero que se embolsan tiene más control sobre ellos y sus acciones, que el deseo de servir a la sociedad y preservar la riqueza cultural de esta demarcación que se debería llamar » La vieja Antequera:»