ACCIDENTE AÉREO El avionazo desafía la identidad alemana

avionazo-francia12_apANTHONY FAIOLA Y MICHAEL BIRNBAUM / THE WASHINGTON POST

El incidente de Germanwings en Francia puso en tela de juicio dos principios: que la industria alemana es la mejor y que la privacidad personal está por encima de cualquier desquiciado piloto.

BERLÍN, Alemania.- Andreas Lubitz, el aparentemente inestable copiloto que el 24 de marzo pasado estrelló un avión de Germanwings, en la ladera de una montaña francesa, es casi el símbolo de cómo a Alemania le cuesta preguntarse qué hizo mal.

Si el avionazo hubiera ocurrido en Estados Unidos los expertos estarían gritando pidiendo las cabezas de los psiquiatras que incumplieron con un piloto de 27 años que franqueó las reglas y procedimientos de una aerolínea hasta llegar a la cabina del vuelo 9525. Para los estándares estadounidenses, incomoda que muchos alemanes no expresen un fuerte sentimiento de indignación moral ni un clamor para señalar con el dedo acusador.

La causa puede estar en que el incidente de repente desafió uno de los principios fundamentales de los alemanes: sus titanes de la industria no se equivocan, las reglas están bien pensadas, incluyendo aquellas que limitan severamente el intercambio de datos médicos, que se puede confiar en ellos. Eso es mucho para una nación donde el ex analista de la CIA Edward Snowden es un héroe popular por defender la intimidad personal.

El debate más fuerte se ha originado desde el momento en el que la prensa se ha apresurado a﷯ juzgar a Lubitz antes de conocer todos los hechos. Una variedad de voces en EU dicen que Lubitz, aunque haya causado 149 muertes, merece privacidad, al igual que su familia. Y si él es culpable, dicen algunos, puede ser debido a una enfermedad mental y, por tanto, no debe ser juzgado con tanta dureza como, por ejemplo, un terrorista suicida.

“EL CHICO ESTABA ENFERMO”

No es raro escuchar a los alemanes expresar cierta simpatía con Lubitz por la condena a la que se le ha sometido. Los medios sociales en EU reflejan irritación hacia los alemanes, que piden que se acabe con la búsqueda de más detalles de su vida privada. Lubitz, sostienen, era un hombre perturbado que no podría haber sido detenido por nadie, por lo que el caso debe cerrarse.

“¿Por qué todo el mundo habla de este accidente?”, expresa Di Ma, el nombre en Facebook de un ex empleado de Burger King en Montabaur, Alemania, donde Lubitz trabajó alguna vez. Él escribió en la red social: “No hay nada más que saber. El chico estaba enfermo”.

Muchas publicaciones alemanas imprimieron rápidamente los nombres de los agresores musulmanes de los ataques terroristas de enero en París por el caso Charlie Hebdo. Sin embargo, a pesar de que los fiscales han señalado públicamente a Lubitz y la evidencia sugiere que deliberadamente estrelló el avión, muchos respetados medios de comunicación alemanes todavía se niegan a divulgar el nombre completo o la foto del copiloto. Argumentan que su culpabilidad aún no está clara y que sus lectores les están exigiendo mayor sensibilidad porque Lubitz es alemán y su historia se desarrolla en su propio país.

Otros medios alemanes han informado agresivamente sobre la historia, como el tabloide Bild,﷯ y por ello han sufrido una fulminante crítica de muchos germanos.

“Los alemanes suelen rehuir a ciertas realidades, como la guerra y la violencia”, dijo Kai Diekmann, editor en jefe de Bild, en respuesta a las críticas dirigidas a sus ediciones recientes. “Creo que gran parte de este debate tiene que ver con la negativa de enfrentar realidades”.

Parte del desafío es una inusualmente poderosa fe alemana en el valor de la previsibilidad y las reglas, que muchos tienden a asumir que se impusieron después de una seria consideración y que deben respetarse estrictamente. No es raro ver a los peatones germanos esperar la luz verde de un semáforo en los cruces peatonales, aun cuando no haya tráfico. Los vecinos se reprochan mutuamente cuando descubren que alguno no cumple con los procedimientos para reciclaje de basura.

“Yo pondría el respeto a la privacidad por encima de la viuda que tiembla”.

Hay quienes piden una revisión a aspectos de las leyes de privacidad médica que pueden haber ayudado a Lubitz a ocultar sus problemas psicológicos de las autoridades de aviación. Sin embargo, pocos periodistas, políticos, limpiadores de las calles o expertos en aeronáutica comercial están pidiendo que se revise ampliamente toda la ley. Muchos alemanes prefieren que todo este tema se cierre.

PRECIADA PRIVACIDAD

“El problema es usted”, le dijo a un reportero el dueño de una tintorería cercana al apartamento de Lubitz en Düsseldorf. “Estas personas sólo quieren llamar la atención”, añadió, sugiriendo que si ocurre alguna conducta delictiva similar a la del copiloto será culpa de los medios de comunicación.

En lugar de perseguir﷯ todos los ángulos, muchos medios de comunicación en Alemania parecen estar actuando como guardianes de la preciada privacidad de las personas, una noción que es fuerte debido al espionaje de Estado que sufrió la población en el régimen nazi y la Guerra Fría.

Muchos periodistas alemanes han vivido con angustia su labor. Al pie de la entrada del edificio de apartamentos de Lubitz y sufriendo una llovizna, dos reporteros locales discutieron seriamente sobre si tenían derecho de leer los nombres de los vecinos. Concluyeron que se trataba de una invasión a la privacidad de los que vivían en la construcción residencial.

“Yo pondría el respeto a la privacidad por encima de la viuda que tiembla”, dijo Ines Pohl, editora y directora de Die Tageszeitung, usando una expresión alemana para referirse a los familiares de las víctimas de una mala noticia.

El lunes antepasado, Rheinische Post, un periódico regional de gran envergadura, publicó una fotografía de Lubitz frente al puente Golden Gate de San Francisco, pero haciendo borroso el rostro. Y Der Spiegel, la revista semanal insignia del periodismo alemán, aseguró a sus lectores que no iba a publicar fotos de familiares de las víctimas si no se ofrecen voluntariamente a sí mismos para atención de los medios. “Respetamos su privacidad”, escribieron los editores de la revista.

Muchos medios han actuado como Die Welt, un medio propiedad de la misma editorial del Bild, que mantiene una línea editorial más cauta. Ulf Poschardt, subeditor en jefe de Die Welt, dijo que ellos habían obtenido una foto ahora ampliamente difundida de Lubitz mientras corría un maratón, pero optaron por no publicarla. El impreso continúa llamando al copiloto “Andreas L.”.

“No entendemos cuál es el valor de una publicación que dé cuenta del nombre completo como para compensar la violación de los derechos personales”, dijo el periodista Poschardt. “También nos hemos asegurado de que la fachada de su casa no sea reconocible para proteger los derechos personales de la familia”.

UN CASO AISLADO

La aceptación que hizo la compañía aérea Lufthansa de estar consciente de saber la depresión que sufrió Lubitz en el 2009, aunque una semana después se hubiera retractado, provocó comentarios críticos de algunos alemanes en redes sociales. Posteriormente, desapareció cualquier reclamo de rendición de cuentas de la aerolínea a la sociedad, que retomó su postura de ser ejemplo de la eficiente industria alemana. El presidente ejecutivo de Lufthansa, Carsten Spohr, visitó el miércoles 1 de abril el lugar del accidente en Francia, pero no quiso ofrecer nuevos detalles sobre el conocimiento que tenía su compañía de los problemas de salud mental del piloto.

Muchos habitantes en Alemania sostienen que el avionazo sólo ha exhibido﷯ una cosa: se trata del fracaso de un hombre que potencialmente era un desquiciado. “No se puede evitar este tipo de incidentes. Usted puede ser más cauteloso, por supuesto, y más sensible a estas enfermedades y comportamientos personales”, dijo Annegret Bendiek, experta en política de seguridad de la Unión Europea en el Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y Seguridad. “Pero, en general, esto no justifica un debate general de seguridad”.