Rafael Bernal, escritor de mar

rafael bernalAmante del océano y sus historias, el autor es más conocido por escribir ‘El complot mongol’, obra fundacional del género negro en México que debió “justificar” ante sus superiores en la SER

CIUDAD DE MÉXICO, 28 de junio.- El 24 de junio de 1969, a los pocos días de que Joaquín Mortiz publicó El complot mongol”, la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) dio el visto bueno a la novela de Rafael Bernal (1915-1972). Una novela “del género policíaco sin orientación ideológica marcada”, que contiene “críticas a la Revolución hecha Gobierno” y que está “influenciada” por la experiencia peruana del autor, donde llevaba viviendo los últimos cuatro años.

Así definió un memorándum, elaborado por el embajador Alfonso de Rosenzweig Díaz, al libro considerado hoy precursor de la novela negra mexicana. El reporte, junto con un ejemplar de El complot mongol, fue agregado al expediente de Bernal por órdenes de Antonio Carrillo Flores “para los efectos a que haya lugar”. El escritor se desempeñaba entonces como primer secretario de la embajada de México en Austria; a Berna había llegado el 23 de mayo de ese año, buscando un clima “más seco” que no agravara la sinusitis que padecía.

La “apreciación” de la novela agrega que los elementos políticos a los que recurre Bernal han sido utilizados para “dar mayor realismo a la acción y mayor interés”. También resalta que el complot que va descubriendo el detective Filiberto García entre el general Miraflores y el licenciado Del Valle ocupa únicamente 15 de las 243 páginas de la novela y que la explicación de las razones de los personajes para conspirar “ocupa apenas 25 reglones”.

Filiberto García, se recalca, “no es un político: es un amante frustrado que busca vengar la muerte de una mujer”.

Las tres hojas del informe sobre El complot mongol forman parte del expediente personal de Rafael Bernal, con número 31-27-6, que se conserva en el Archivo Histórico Genaro Estrada de la SRE. Si bien el legajo se refiere a los 12 años en que Bernal se desempeñó como diplomático, de 1960 a 1972, también permite delinear una imagen del también poeta e historiador; o quizás habría que definirlo como escritor y periodista, además de publicista, como él mismo definió su ocupación en el cuestionario que contestó para convertirse en funcionario.

Su ficha de Registro de Personal Federal (B-e 5452) lo define de 1.85 metros de estatura, moreno y de pelo entrecano; entonces tenía 45 años, sus cejas fueron descritas como espesas y juntas y se anota como seña particular un lunar carnoso en la región frontal. El cuestionario de ingreso, contestado con su puño y letra, comienza a ocuparse del perfil intelectual del autor, del que hoy se cumple un centenario de su natalicio.

Su “inclinación cultural” está en la literatura y la historia. Tiene 45 años, pero ya cuenta con una larga lista de títulos publicados, obras de teatro y conferencias dictadas; también reporta que en el periodismo ha trabajado en La Prensa,Novedades y Excélsior; en este rotativo se desempeñó desde París como corresponsal durante la Segunda Guerra Mundial entre 1939 y 1940. De la aún inhóspita y dura selva chiapaneca había viajado ese año a la capital francesa, donde estudió cinematografía.

Autodidacta

De conducta oficial y privada “irreprochable”, dueño de una “amplísima” cultura y de filiación “mexicanista”, definen a Rafael Bernal los informes que sobre él se enviaban desde las embajadas en las que se desempeñaba. Daniel Escalante, embajador de México en Perú en 1967, agrega además sobre el autor que entre sus aspiraciones están la de “progresar en su carrera” y tener “mayor actividad cultural con preferencia a otros tipos de trabajo”.

El interés de Bernal por las letras llegó naturalmente. Nacido en “buena cuna” (su bisabuelo fue el distinguido historiador Joaquín García Icazbalceta, y su hermano mayor el arqueólogo Ignacio Bernal), desde pequeño tuvo la “vida resuelta” y aprendió francés e inglés en Montreal, a donde partió a los 15 años para hacer el bachillerato en filosofía y letras en el Loyola College; de regresó a México concluye sus estudios en el Colegio Francés de San Borja y en el Instituto de Ciencias y Letras. Su entrada a las letras estaba cerca: fue en 1941, cuando tenía 26 años.

Federico Reyes el cristero, un “tomito de prosa poética” en el que pone sus preocupaciones religiosas será su primer trabajo publicado; después edita un poemario que titulaImproperio a Nueva York y otros poemas; a estos siguió la novela Memorias de Santiago Oxtotilpan, los cuentos deTrópico o de Su nombre era muerte, así como la novela El fin de la esperanza. Unos pocos años después, en 1950, sale a luzGente de mar, con el que Bernal incursiona en la historiografía y sobre todo en la el que sería una de sus grandes pasiones: el mar.

El investigador de la UNAM, Vicente Francisco Torres, quien opina que Bernal “es uno de nuestros escritores más injustamente olvidados” registra otra novela titulada Caribaly un volumen en el que incluye tres obras de teatro. Y si El complot mongol resulta su novela más conocida, siempre asociada al género policiaco, no fue su primera incursión en esa forma narrativa. En 1946, Editorial Jus le publicó los librosUn muerto en la tumba y Tres novelas policiacas, dos cuentos del género: La muerte poética y La muerte madrugadora, habrían de formar parte también de la revista Selecciones Policiacas y de Misterio.

En esas aventuras no es Filiberto García el protagonista sino el detective Teódulo Batanes, que habría sido creado por Bernal teniendo como modelo al padre Brown, de Chesterton, y cuyo nombre habría surgido como anagrama del nombre del arqueólogo, Leopoldo Batres.

Motivo para festejar

A propósito del centenario del natalicio del escritor, el Fondo de Cultura Económica (FCE) anunció el rescate de algunas de esas obras policiacas tempranas. Con prólogo de Martín Solares se integró Antología policiaca, que incluye siete de esas ficciones casi olvidadas: El extraño caso de Aloysius Hands, De muerte natural, El heroico don Serafín, Un muerto en la tumba, La muerte poética, La muerte madrugadora y La declaración.

Adicionalmente, la editora pública reeditará El complot mongol en su versión de novela gráfica, con guión de Luis Humberto Crosthwaite y dibujos de Ricardo Peláez, que aparecerá a finales de año en coedición con Grupo Planeta; una reimpresión de El gran océano también será publicada. Adicionalmente, el próximo martes a las 19:00 horas se realizará en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio Bellas Artes una charla dedicada a Bernal, en la que participarán Vicente Francisco Torres, Sebastián del Amo y Tomás Granados, entre otros.

 

Cartas de navegación

Alrededor de 1965, Rafael Bernal inició la investigación del que es considerado su libro mayor: El gran océano. El mar y su vida habían sido una importante fuente de inspiración para él desde sus primeros años como escritor. Gente de marapareció en 1950, en ese libro —que dedicó a Emilio Salgari— el autor cuenta las hazañas de algunos de los piratas más famosos.

El gran océano no vería la luz en vida de Bernal sino en 1992 cuando lo editó el Banco de México. Alfonso de Maria y Campos, quien se ha dedicado a investigar e indagar en la vida del escritor, define la obra como “una auténtica biografía del mar Pacífico”, y consigna que el escritor y crítico José Luis Martínez definió la obra como un muestrario de la pasión que Bernal sentía por el océano, sus historias y los hombres que lo han surcado.

“Antes que limitarse a reunir las experiencias de los grandes viajeros, Bernal se propuso estudiar el pensamiento, siempre cambiante, de los hombres que llevaron a cabo esas empresas, según las diferentes maneras de pensar de los pueblos expansionistas, que modificaron las formas de contacto con los pueblos receptores de la expansión”, dijo Martínez. De Maria y Campos opina que en esa obra Bernal puso toda la experiencia que había adquirido como diplomático e investigador en Perú, Filipinas, Japón y China.

Bernal, sin duda, era un conocedor apasionado en la lectura de mapas, entendido de embarcaciones y amante de la geografía. De lo que se ocupa Bernal es de “los intercambios que tenían lugar a través de esos dos grandes continentes: América y Asia, separados por un inmenso mar, incorporando también a los diferentes grupos antropológicos insulares”.

La biblioteca particular del escritor, donada al Instituto Nacional de Antropología e Historia en 2008, incluye algunos títulos que hablan de su pasión por el océano: están ahí The Discovery of the Pacific Islands, de Andrew Sharp, o la Historia de la navegación en la Ciudad de México, de Carlos J. Sierra, pero también Viajes al estrecho de Magallanes, de Pedro Sarmiento de Gamboa, y Mapas antiguos del mundo, de Carlos Sanz.

Y como si el destino le jugara una broma, Bernal murió separado de México por un océano. El 27 de enero de 1969 envió una carta desde Lima al titular de la SRE donde pide ser trasladado. Relata que tiene más de tres años viviendo en la capital peruana y “su clima húmedo, sobre todo de abril a diciembre, me ha dañado a tal extremo la salud, que el año pasado tuve que pedir licencia de 30 días para ir a una clínica (…) a tratarme de un muy agudo ataque de sinusitis”.

Bernal pide que se le envíe a “a un sitio con un clima más seco”. Ante la petición, se consigna, es enviado a Berna, donde moriría el 17 de septiembre de 1972. Enemigo de los trámites que conllevaba trasladar un cadáver, antes de morir pidió ser enterrado en esa misma ciudad y no sería sino 20 años después que sus restos serían exhumados para atravesar nuevamente el océano y ser depositados en una cripta de la Catedral Metropolitana.