Artesana y promotora de la tradición del telar

premio_ciencias_y_artes_26763618Originaria de Guerrero, Victorina López Hilario fue reconocida con el Premio Nacional en Artes y Tradiciones Populares

Lo primero que Victorina López Hilario pensó después de que la llamaron para decirle que era ganadora del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2015 en el campo de Artes y Tradiciones Populares fue: “¡Hasta ahora! Ya tengo 42 años y desde los 16 años estoy luchando”.

Como artesana, Victorina López no sólo es una de las tejedoras más destacadas de Piedra Pesada, municipio de Xochistlahuaca, en Guerrero, sino que dedica gran parte de su tiempo a la venta y promoción del trabajo que artesanas de la región producen.

“Me dio mucho gusto. Es la primera vez que gano un premio así. Yo estoy haciendo la lucha desde 16 años, venía a México a vender las cosas de la gente de mi comunidad. Hay personas que se dieron cuenta cómo estoy trabajando, que de veras estoy apoyando a mis compañeras que no tienen dónde vender sus cosas, siempre las traigo, y de lo que se vende reciben su dinero”, contó Victorina López.

Hablante de la lengua amuzgo, Victorina López heredó de sus padres la habilidad para elaborar hilos de algodón que teje con telar de cintura. Desde muy pequeña podía tejer tanto una servilleta como un huipil.

En el Museo de Culturas Populares, uno de los espacios donde ha conseguido promover los textiles que realizan las artesanas de Xochistlahuaca, López habló de cómo empezó a ser artesana, de la necesidad de que haya nuevos espacios para promover y vender sus textiles, y de la cooperativa que abrieron para darse a conocer.

“Desde los seis años aprendí a tejer porque mi mamá es una tejedora, con eso gana lo que come; entonces desde los seis, siete años, aprendí a tejer. Todo el tiempo pensaba salir a vender, pero ¿dónde y cómo? No se puede. Desde los 14 años pensaba, hay un pueblo cerca de mi pueblo, Ometepec, que es más grande y pensaba que quería ir a vender ahí para ponerme en el zócalo, porque veo que en Xochistlahuaca, la gente va a comprar bien barato y no sabe cuánto tarda uno para hacer una blusa, un rebozo… Entonces llegó una invitación del Museo de la Indumentaria, que si alguien quería ir a vender y fui”.

Recordó que en aquella ocasión casi no vendió nada, pero en lugar de renunciar se animó a buscar otros apoyos. Unos estudiantes universitarios promovieron con maestros la venta de sus trabajos.

“Desde ese viaje aprendí cómo se pueden hacer las cosas; aprendí que en la feria no se pueden vender todas las cosas”, contó la artesana.

Aunque fue difícil, las demás compañeras empezaron a entender que si cooperaban para la siguiente ocasión, podían reunir el dinero del pasaje, de tal manera que Victorina volviera a viajar; debía ser ella, pues era la que sabía hablar y escribir en español. “Al principio venía sola porque no tenía hijos; las demás eran grandes, sus hijas estaban chicas, nadie sabe leer y escribir… gracias a Dios mi papá me mandó a la escuela, y siempre traía a una de ellas, aunque no sabe leer y escribir, pero cargaba las cosas; venir no quieren, siempre tienen miedo”.

La ciudad no es un territorio fácil para este grupo de artesanas. Todo lo tienen que leer y no siempre venden sus trabajos. Aún así, Victorina López encontró apoyo en una mujer, una “señora” que guarda sus artesanías cuando ella regresa a su pueblo de Guerrero. Aquella mujer y sus hijos la acompañaron el pasado 16 de diciembre a recibir el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Palacio Nacional.

Otro orgullo. Victorina López, quien este año fue víctima del Chikungunya, como muchas otras de sus compañeras artesanas, no sólo se siente orgullosa de sus tejidos, sino de Flor de Canazúchit, una organización que junto con 51 mujeres promueve sus trabajos y que ella fundó en 1995. Sobre el nombre del grupo explicó que tiene su origen “en una flor que siempre ponemos a los huipiles, que huelen muy rico”.

Las artesanías, blusas, huipiles, manteles y servilletas de las 51 mujeres las trae a vender a la ciudad de México. En ese sentido, es que considera que este premio “es para el grupo”.

De acuerdo con la semblanza que publicó la Secretaría de Educación Pública sobre esta artesana, la creación de su grupo tuvo un efecto multiplicador en la región, donde hoy existen otras cooperativas, asociaciones y organizaciones de mujeres que persiguen hacer visible la presencia de las indígenas, generar empleos remunerados, fomentar la utilización de recursos naturales y rescatar los tejidos artesanales amuzgos de origen prehispánico.

“Desde que empecé, lo que me gusta es tejer, tejer pedidos a veces de mantel, blusas, huipiles. No imagino que voy a hacer otras cosas, no sé hacer otras cosas, no más que tejer en el telar de cintura”, dijo la artesana.

Acerca de los significados de los diseños, explicó: “Nosotras, desde chiquitas, cuando uno aprende a tejer, empieza con uno o con otro dibujo, y así se queda en su cabeza. Hay mujeres que lo guardan. Mi huipil se queda en la cabeza, no tengo que ver el dibujo para hacerlo; yo salí así. La que más me gusta es la flor de peine”.

En el Museo de Culturas Populares, la artesana mostró cómo trabaja y detalló que hacer algunos de estos bordados puede tomar hasta cuatro meses y medio: “Un huipil se tarda tres meses para hacer y se vende en 5 mil 500 pesos; hay uno que se tarda cuatro meses y medio, y es a 7 mil 500. Hay blusas que se tardan dos semanas, a 500 pesos. Unos tienen más trabajo, hay dibujo chicos y unos más grandes y laboriosos, o con hilo más delgado, con la pechera más grande”.

Tras recibir este reconocimiento, lo que López espera es que haya mejores condiciones para promover y vender sus trabajos: “Lo que quiero es que valoren ese trabajo, que lo tomen en cuenta, que busquen dónde se puede vender, es que es lo único en mi pueblo para las mujeres; los hombres trabajan el campo, y los niños. Mi niña de seis años, está chiquita, pero ya empieza; las niñas son las que tejen. Ya la pongo con el telar y le gusta. ¿Las jóvenes? Eso es lo que hablamos. A las señoras de mi grupo sí, les interesa, pero hay comunidades donde ya se está perdiendo por lo mismo, es muy barato donde van a vender, llega gente, pero mucha cree que es de Oaxaca lo que llegan a comprar, pero Xochistlahuaca es grande, tiene 72 comunidades”.