No vamos a bajar la cabeza, ni a tirarnos al miedo: poblana en NY

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Teresa Gutiérrez llegó a Nueva York hace más de 20 años, lugar donde formó una familia. Tiene hijos que rinden honores a la bandera de las barras y las estrellas, una bandera que aunque no siente como suya, sí representa al país que le dio las oportunidades que no encontró en México.
La ciudad de los rascacielos, la de la Trump Tower, es una de las que más poblanos cuenta entre sus habitantes –más de un millón-, no por algo a la “gran manzana” también le apodan «Pueblayork». Teresa también es poblana y aunque a veces añora su tierra, pretende seguir viviendo en Nueva York por muchos años más, pues confía en que las amenazas del próximo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, contra la comunidad migrante se quedarán sólo en eso: en amenazas.
Él no se manda solo, dice. Hay una constitución, argumenta. Primero Dios no pasará a mayores, confía.
Además de tener fe, Teresa trabaja para mejorar las condiciones de vida de millones de ilegales. Ella forma parte de una red de activistas, que a través de más de 70 iglesias distribuidas por toda la ciudad, así como de organizaciones sociales, instruyen a los migrantes sobre los derechos que tienen en ese país.
Ofrece talleres sobre qué hacer en caso de una redada, si se es detenido en la calle e incluso si se llega a la cárcel. Su labor, nunca como ahora, cobrará mayor fuerza y relevancia para la comunidad. Así lo cree. Sabe que tener como presidente a un personaje que abiertamente ha manifestado su rechazo a los inmigrantes puede ser el detonante de una ola de racismo en contra de la comunidad.
“Todos los que vivimos en Nueva York hemos enfrentado racismo y la discriminación. Aunque no te lo demuestren verbalmente sí lo hacen con sus acciones. No es algo nuevo, pero sí creo que ahora será más difícil porque la barrera se rompió. Ahora el racismo tiene un nombre y una credencial. Ahora cualquier persona puede actuar sobre cualquier integrante de nuestra comunidad porque si el propio presidente es una persona racista, pues qué nos podemos esperar de otra persona”, dice.
A pesar de ello, Teresa decidió no bajar la voz. “Tenemos que seguir empujado con la misma agenda. No vamos a bajar la cabeza, no nos vamos a tirar al miedo. Tenemos que fortalecernos y unirnos”.
“Si nos tratan con violencia, nosotros debemos tratar de darles la otra cara. La violencia sólo trae más violencia. No nos podemos poner igual, sino entonces cuál sería la diferencia”, reflexiona.
Esta activista cree que la única forma de defenderse es fortaleciendo la comunidad migrante sin importar la nacionalidad. No sólo se trata de mexicanos, también de afroamericanos, de judíos, de musulmanes, de todos aquellos que osaron cruzar la frontera sin permiso.
Ya han pasado dos semanas desde las elecciones en Estados Unidos, el pasado 8 de noviembre, pero Teresa sigue recordando el silencio de las calles, la tristeza en la cara de las personas y la incredulidad de los propios conductores de noticias quienes, aún sabiendo que Trump llevaba la delantera, “no se atrevían a decir en voz alta los resultados”.
El triunfo del republicano sólo confirmaba una cosa: “en Estados Unidos todavía nos pesan los estereotipos y de alguna manera era lógico que votaran por Trump”.
Su primer pensamiento fue “¿qué voy a hacer?, ¿qué vamos a hacer?”. Al amanecer, como todos los días, Teresa se fue a trabajar con respuestas muy claras: “nuestra voz tiene que ser escuchada, necesitamos pararnos, salir y abrir más puertas”.