Rápidos y furiosos 8

El imparcial

 

Llega la película que va a demostrarte que no importa quién eres, sino qué auto tienes”. Un aviso de un cuarto de página, con esa frase edificante, anunciaba en el Clarín del 21 de noviembre de 2001 el estreno en la Argentina de Rápido y furioso. Críticas feroces, la muerte de un actor clave, la renuncia temporal de otro: nada detuvo a la franquicia, que todavía sigue recaudando a toda velocidad.

Todo empezó con un artículo periodístico. Racer X se tituló la crónica del número de mayo de 1998 de la revista Vibe en la que Kenneth Li narró las andanzas de Rafael Estévez, un piloto de carreras callejeras en Nueva York. Cuenta la leyenda que el director Rob Cohen la leyó, vio una de esas carreras en Los Ángeles y convenció a los ejecutivos de Universal de comprarle los derechos a Li. El título también fue adquirido, pero a Roger Corman, guionista y productor de The Fast and The Furious, un policial negro de 1955 que incluía carreras.

Sólo faltaba una historia atrapante. Y aquí se echó mano a Punto límite, la película de 1991 de Kathryn Bigelow, con Patrick Swayze y Keanu Reeves, que contaba cómo un policía encubierto se infiltraba en una banda de deportistas extremos. Pudo haber sido Mark Wahlberg, Christian Bale o Eminem, pero Paul Walker fue el elegido para ser Brian O’Conner, el policía infiltrado en la banda de Dominic Toretto, interpretado por un tal Vin Diesel.

Nninguno de los dos era conocido. Rápido y furioso, el boom de ese verano yanqui, los convirtió en estrellas: su carisma, combinado con los autos deportivos, las mujeres, piñas y patadas a velocidad frenética, tuvo mucho que ver con el éxito.

La secuela estaba cantada. Pero Diesel se tomó el estrellato en serio: disconforme con el guión, se bajó del proyecto. Le ofrecieron 25 millones de dólares pero no lo convencieron: reescribieron la historia sin Dominic Toretto, y Walker quedó como único protagonista. Dirigida por John Singleton, es la que más carreras callejeras tiene, pero fue el principio del derrape: las críticas fueron demoledoras. Y, pese a ser exitosa, no repitió el negoción de la primera: costó el doble y sólo recaudó un poco más.

Todo puede empeorar. Rápido y Furioso: Reto Tokio no contó con ninguno de los dos. Los estudios consideraron que Walker ya estaba demasiado grande, y Diesel tampoco quiso subirse al auto. Después de testeos de público que daban resultados negativos, Universal le pidió a Diesel que hiciera un cameo al final, y el actor aceptó a cambio de los derechos de la franquicia Riddik. Esa breve escena no alcanzó: fue la que menos recaudó, y una de las que peores críticas recibió.

Así y todo, las acrobacias automovilísticas seguían siendo un buen negocio. Y llegó la cuarta, con el mismo director de la tercera, Justin Lin, pero sin experimentos alocados en cuanto al elenco: se reunió a la pandilla original, con Diesel y Walker otra vez a la cabeza. Una vez más, los críticos la destrozaron, pero fue un dato menor al lado de la recaudación: más del doble que la anterior (arriba de 360 millones de dólares), y con el mismo presupuesto (85 millones).

Lin siguió al frente para la 5 y la 6 que, ahora sí, la rompieron en la taquilla y también en la consideración de los especialistas. Se sumaron dos pesos pesado de la acción como Dwayne “The Rock” Johnson —a pedido de los fans vía Facebook— y Jason Statham (en un cameo) y los autos salieron de paseo: la acción se trasladó a Río de Janeiro, primero, y Londres después.

Y entonces se murió Walker. Fue en 2013, con la 7 ya en rodaje. La tragedia potenció a la saga: nunca hay que subestimar el poder del morbo. El deseo de verlo por última vez y averiguar cómo lo habían reemplazado en las escenas que le faltaban filmar —actuaron sus dos hermanos menores y usaron efectos especiales— fue clave para que la 7 fuera la película más rápida de la historia —tres semanas— en superar los mil millones de dólares de recaudación (está sexta entre las más taquilleras de todos los tiempos).

Para promocionar la 8, Diesel no perdió oportunidad de llorar recordando a su amigo. Hay dos secuelas más planeadas y, desde enero de 2018, habrá un espectáculo en vivo. El negocio anda sobre ruedas.