Paul Otchakovsky-Laurens: Murió la última gran figura de la edición francesa

MILENIO

Referente de la literatura contemporánea con más de cuarenta años en el negocio, uno de los titanes de la edición francesa falleció en un accidente automovilístico.

Los autores que he publicado me han salvado la vida”, así hablaba Paul Otchakovsky-Laurens de sus escritores, a quienes protegió sin cesar a lo largo de sus más de cuarenta años como editor. Este gran nombre de la edición francesa murió hoy en un accidente automovilístico en Guadalupe.

Con él, uno puede temer que desaparezca su visión de la literatura que defendió a través de la editorial que llevaba sus iniciales, P.O.L. y que se constituyó como una de las mayores referencias de la literatura contemporánea.

A pesar de los años mantuvo una relación íntima y personal con el oficio de editor

La literatura por la que apostaba es la que se arriesga a ser verdadera, confrontándose consigo misma, a través de un uso exigente de la forma y de la lengua. Una literatura siempre en devenir, que experimenta y cuestiona al mismo tiempo géneros diversos, y que este editor acompañó sin ejercer ningún poder o coerción sobre ella. De ahí tal vez la fidelidad —rara en el mundo editorial actual— que los escritores le mostraban. Así autores tan distintos como Emmanuel CarrèreMarie Darrieussecq Bernard Noël le confiaron exclusivamente sus escritos.

Sus inicios en la edición fueron con el también gran editor Christian Bourgois, en 1969. Con él compartió la visión del oficio del editor como el de alguien que debe situarse a contracorriente de las exigencias del mercado, y al cual —en sus palabras— “hay que saber imponerle cosas”, pues “editar es publicar libros de los que nadie tiene ganas”.

Posteriormente, continuaría en Flammarion, que abandona en 1977 por Hachette, en donde crea la colección “P.O.L.”, y con la que hace posible la publicación de la obra magna de Georges PerecLa vida instrucciones de uso, en 1978. A la muerte de Perec, y ante las exigencias para que produzca continuamente best-sellers, decide fundar en 1983 su propia editorial. Le da entonces como logo tres pequeños puntos inspirados en una figura del juego de go, descrita en esta novela de Perec:

“Con esos puntos, colocaba yo la editorial bajo el signo de su escritura y afirmaba una cosa: uno no puede establecerse en lo frágil y en lo efímero”.

Lo que caracteriza a su catálogo es la singularidad extrema y el eclecticismo de los autores que lo integran: de Marguerite Duras —quien puso entre sus manos uno de sus textos más importantes, El dolor, y que siguió publicando con él hasta su muerte en 1996— pasando por Pascal Quignard, Patrick Modiano y el gran poeta y crítico de arte Jacques Dupin, hasta autores contemporáneos como Olivier Cadiot Jean Rolin. Pues Paul Otchakovsky-Laurens no solo se contentaba con publicar autores consagrados, sino que se empeñaba en descubrir talentos nuevos, lo que lo conducía a leer con sumo cuidado todos los manuscritos que recibía. En un panorama editorial en el que la industrialización y la sistematización de la edición se han vuelto la regla, la lectura paciente y atenta de P.O.L. surgía como una provocación, como una resistencia al comercio puro, como un compromiso con el devenir de la literatura.

Con Paul Otchakovsky-Laurens desaparece la última gran figura de la edición francesa, quien a pesar de los años mantuvo una relación íntima y personal con el oficio de editor: la fuerza de su visión editorial era única ya que en ella letra y vida se entretejían para intentar combatir el mutismo al que su historia familiar lo condenó y que lo llevó a un oficio en el que los otros hablaban en lugar de él, otorgándole finalmente una voz.