S. Carey, de Bon Iver, esculpe belleza en ‘Hundred Acres’

EXCELSIOR

El tercer disco en solitario de Carey borra definitivamente la sombra de Justin Vernon y explora los rincones de la vida cotidiana.

Ciudad de México

S. Carey es conocido por las masas como el baterista y complemento vocal de Justin Vernon en Bon Iver, pero a diferencia de otros creadores en necesidad de alejarse del núcleo para emprender la travesía del solista, Carey ha puesto ingenio en la manera de combinar ambas rutas.

Entre cada tour de Bon Iver, Sean Carey volvía a su natal Eau Claire, Wisconsin, para grabar y experimentar con ideas surgidas en la gira. Así modeló su álbum debut, All We Grow (Jagjaguwar , 2010) y desde entonces adoptó un sistema que ejecutaría en sus proyectos posteriores. En Hundred Acres (Jagjaguwar, 2018), su tercer álbum, Carey entrega un sonido radicalmente distinto.

Mientras que en Range of Light, de 2014, exhibió su entrenamiento jazzístico a través de experimentos con instrumentaciones densas y contrapuntos inusuales que evocan a Steve ReichHundred Acres se sitúa en el plano del folk-pop más lujoso, con arreglos que pudieron haber surgido de un disco de Damien Rice o de la mente de Sufjan Stevens.

A Carey le interesan las experiencias cotidianas, pero trascendentales en la intimidad y por eso escribe sobre ellas.

En «True North», una de las canciones más notables, reafirma sus votos matrimoniales con una voz acaramelada y en «Rose Petals», la canción de apertura, le canta a la melancolía de la indecisión.

«Yellowstone» es un tributo a la inmediatezWe should lose our way before we lose our minds, canta para recordarnos que sólo poseemos el presente.

En «Emery», que posee una vibra muy cinematográfica, recurre a una imagen común de la poesía para declarar amor: The waves crashing on the lake and the waterside / Right there I chose to love you till the day we die (Las olas chocando en el lago y en la orilla / Justo ahí elegí amarte hasta el día de nuestra muerte).

Carey simplificó la complejidad musical para moldear un álbum que aspira a sonar efímero, igual que los episodios retratados como instantáneas de su vida. Con Hundred Acres, S. Carey demuestra, una vez más, que sabe cómo esculpir la belleza en ondas sonoras.

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