Kaikō Takeshi es publicado por primera vez en español

MILENIO

Es considerado uno de los más importantes y populares literatos japoneses que brillaron después de la muerte de Yukio Mishima.

México

José Juan Tablada fue de los primeros escritores mexicanos que sostuvo una relación intelectual con la literatura del Japón. Otro poeta mexicano, Octavio Paz —quien vivió una etapa muy próxima a ese país, donde incluso fungió como diplomático—, solía reconocer que Tablada no solo introdujo el haikú japonés en lengua española, sino que “su innovación es algo más que una simple importación literaria”.

El ganador del Premio Nobel de Literatura llegó a escribir que Japón había dejado de ser una curiosidad artística y cultural: “Es (¿fue?) otra visión del mundo, distinta a la nuestra pero no mejor ni peor: no un espejo sino una ventana que nos muestra otra imagen del hombre, otra posibilidad de ser”.

Es una frase que permite el acercamiento a la vida y la obra del escritor, periodista y ensayista Kaikō Takeshi (1903-1989), a quien la crítica especializada ha llegado a considerar, junto con KōbōAbe, como uno de los dos escritores japoneses más importantes tras Mishima, pero de quien no existía una traducción al español hasta la aparición de Tinieblas de un verano, publicado por Sexto Piso.

Vida y obra

Kaikō Takeshi se distinguió por su conocimiento, sentido del humor y su capacidad para convertir en ficción literaria lo que venía de la realidad, al grado de ser señalado como uno de los escritores japoneses más populares en el periodo tardío de Showa, en el que gobernó el monarca del mismo nombre, entre 1926 y 1989.

Entre los detalles de la experiencia del escritor japonés —quien durante 30 años llegó a visitar más de 20 países— destaca que solía mezclar su vida con su obra: muy joven, por ejemplo, trabajó en una de las destilerías más reconocidas de su nación en el área de mercadotecnia: se encargaba de escribir sus anuncios.

De ahí provino uno de sus primeros relatos, “Kyojin to gangu” (Gigantes y juguetes), sátira de la industria publicitaria, que lo empezó a colocar en los primeros planos de la cultura japonesa, al grado de que la historia fue llevada al cine por el director Masumura Yasuzō.

Su primer éxito literario fue “Hadaka no ōsama” (“El rey desnudo”, 1957) un relato que le valió obtener el Premio Akutagawa y, con ello, dedicarse por entero a la literatura, cuando ya rondaba los 50 años de edad, a lo que sumó su vena periodística en temas como la gastronomía, los viajes y la pesca, de la que era un gran aficionado.

De acuerdo con información de Kappa Bunko, una página en español sobre literatura japonesa, hacia 1964 Kaikō fue a Vietnam como enviado especial del diario Asahi; de nuevo sus experiencias pasaron del ejercicio periodístico al literario en dos de sus obras más reconocidas: Kagayakeru yami (La oscuridad brillante, 1968) y Natsu no yami(La oscuridad del verano, 1971).

Desarraigo y desamparo

Precisamente es la última obra mencionada, traducida en México como Tinieblas de un verano, la que es publicada por Sexto Piso. Situada alrededor de 1968, en la novela se cuenta la historia de dos antiguos amantes que se reencuentran fuera de Japón, su país de origen, una década después de haber puesto fin a su relación.

Juntos emprenden un viaje hacia Alemania, en lo que no se sabe si es un paréntesis en sus respectivas derivas existenciales, o una manera de retomar los vínculos que habían perdido y encontrar alguna clave que les desvele algo de sí mismos y del pasado compartido. Él es un reportero y escritor, quien ha vivido los horrores del caos y la guerra; ella está a punto de comenzar una carrera académica lejos de los desprecios que vivió en Japón.

“Durante un caluroso verano de sexo y tinieblas vitales —ella tratando de reconciliarse con la cultura del país natal, del que salió huyendo; él, atravesado por el desasosiego y la entropía, viéndose reducido a una masa casi inerte de sensaciones embotadas—, intentarán reconfigurar su relación y no naufragar definitivamente, buscando algún sentido que los ancle en un mundo convulso, vertiginoso, incomprensible”.

No podría decirse que se trata de una reflexión posterior a sus experiencias bélicas, sino a esas sensaciones que quedan en los seres humanos tras vivir situaciones como la guerra, pero también la de estar en una cultura que no parece comprenderlos del todo, al grado de que ambos personajes, ya en esa década transcurrida, se encuentran no solo más viejos, “sino desorientados, desarraigados, desamparados”, viviendo las Tinieblas de un verano.