“Soy fifí como en un 50%”: Pedro Friedeberg
EXCELSIOR
“Cada ser humano es una isla”, considera el célebre y extravagante pintor y escultor nacido en 1937, quien exhibe 108 obras creadas en los últimos dos años
CIUDAD DE MÉXICO.
Todo está descuidado en la Ciudad de México, piensa el pintor y escultor Pedro Friedeberg (1937). “Es una urbe muy desordenada, mugrosa. Los museos están llenos de basura. La gente percibe una arquitectura equivocada. Aquí no existe el ángulo de 90 grados, porque cualquier temblor lo vuelve de 95 o de 87 grados. El único lugar donde veo filas es para entrar a Los Pinos”, dijo.
Por ello, el apasionado de la arquitectura, carrera que no terminó por dedicarse al arte, imagina una ciudad de torres barrocas, edificios inventados, palacios fantásticos y avenidas caprichosas: Fifípolis, una Ciudad de México fifí, un desarrollo para el siglo XXI “donde hasta los gansos opinan”.
Crítico e irónico, el creador de 82 años exhibe a partir de hoy en la galería MAIA Contemporary la exposición Fifípolis, que reúne 108 obras confeccionadas durante los últimos dos años, de las cuales 60 son bidimensionales y 48 tridimensionales.
En rueda de prensa, quien es considerado el último surrealista mexicano vivo aclaró primero que la crítica comienza por él mismo. “Soy perfectamente ridículo. Yo hago el absurdo. Estoy aquí sentado y me siento bastante pendejo”, comentó ante reporteros y fotógrafos que lo motivaban a cubrirse el rostro con una máscara. “Es que estoy bastante crudo”.
Sobre las nuevas series de pintura, escultura y gráfica inspiradas por una intención de urbanismo surrealista, comentó: “Lo único que hice fue construir una obra bastante pobre, humilde y fea”.
El autor de muebles fantásticos, como La Silla Mano (1962), italiano de origen pero naturalizado mexicano desde los siete años, admitió que esta muestra es una crítica a la forma como el gobierno actual denomina a los mexicanos de clases media y alta, y a los intelectuales: fifís.
Soy fifí como en un 50 por ciento. No me molesta que nos dividan o que se cree una división entre la gente. Cada ser humano es una isla. En México tenemos 120 millones de islas”.
Agregó que le parece muy pobre la opinión del gobierno de la 4T sobre la cultura y los artistas. “Es triste que descuiden a la cultura, pero también es cierto que hay 50 millones de personas con hambre. ¿Cómo llenar esas panzas? Es una pregunta sin respuesta”.
Quien está convencido de que lo mejor de México es la comida —“siempre regreso aquí por mis platillos preferidos”— narró que su ciudad ideal “debe estar orientada hacia el sureste y tener aires frescos del mar”.
Pero, como no la ha encontrado, decidió “edificar” una polis en la que el transeúnte pueda explorar la Zapatería Amigos de Clara Schumann, la Embajada de los Países Imperdonables, Dificilandia Escuela de Amabilidad Burocrática, Perfumería Nauseabunda y Gases Lacrimógenos, Banco Metafísico del Seguro Cabalístico Sefirótico, Laboratorio de Ideas Ridículas y Despreciables, Secretaría de Marina y Más Barkitos o Club Amistades Insoportables y Torre del Egoísmo Infinito.
Friedeberg también invita a conocer el Proyecto para un nuevo aeropuerto en el Zócalo de la Ciudad de México, la Estúpida perspectiva bastante fuera de lo komún!, el Concierto para sesenta canes y orquesta y la Clínica Aleopática de Enfermedades de la Opinión.
EL SURREALISMO, AÚN
Pedro Friedeberg confesó que sigue apostando por el surrealismo, porque le gusta su distintivo estético. “Soy genial. Soy el segundo Salvador Dalí, toda proporción guardada”.
Aunque admitió que ahora “todo mundo es surrealista, fuimos y somos unos grandes profetas. Todo está más desordenado que antes, si eso es posible”.
Detalló que la Roma “es la colonia más surrealista de México, porque aquí vivía la pintora Leonora Carrington, a una cuadra Remedios Varo y a ocho calles yo. Lo más surrealista que he vivido es tomar el Metro hacia el Cerro de la Estrella y ver a un hombre vestido de Cristo cargar una cruz de madera. Esta rueda de prensa es surrealista, ustedes preguntando cosas muy extrañas”.
El artista, para quien lo más importante en su obra no son las personas ni los objetos, sino las mascotas, consideró que no existen elementos nuevos en su trabajo reciente, porque continúa inspirándose en las figuras de las ruinas de Mitla o Monte Albán, en Oaxaca, o en las perspectivas arquitectónicas de las zonas arqueológicas yucatecas.
Sin embargo, Alejandro Sordo, curador de Fifípolis y representante del escultor, aclaró que sí ha integrado figuras novedosas, como distintos órganos del cuerpo humano: un cerebro, un corazón o una columna vertebral y que su paleta ha dado un giro más hacia los colores fríos. “La mayoría de las obras está hecha con materiales que no había utilizado, como el bronce, la madera y la hoja de plata”.
Aseguró que don Pedro no trabaja el tema de lo político como tal. “El término ‘fifí’ le pareció denigrante y abusivo. El concepto surgió muy natural, por ese léxico que se utiliza mucho en el régimen actual. Es una palabra que divide, ellos y nosotros. Pero Pedro Friedeberg la despoja de su contenido peyorativo e identitario y hace una burla a la idea de división que existe hoy. Le gusta hacer ironía con las palabras”.
El promotor adelantó que actualmente preparan la participación del autor en la próxima edición de Zona Maco, en febrero, y en una galería de Nueva York, en mayo del 2020; así como la publicación de una antología de poesía.
Nos está representando bien en el mundo. Antes lo clasificaban en el arte moderno, pues lo vivió durante mucho tiempo. Pero ahora han descubierto que se integra bien al arte contemporáneo. La exploración es su constante”, concluyó.