‘El Pozolero’, la crisis de los desaparecidos y el recrudecimiento de la violencia en el hampa del país

Santiago Meza López pasó de ser albañil a un trabajador del Cártel de los Arellano Félix, para quienes disolvió alrededor de 300 cuerpos de sus rivales en sosa cáustica.

MILENIO

Transcurrían los primeros días del 2009 cuando una atroz historia cimbró a la sociedad mexicana y a la comunidad internacional luego de que la entonces Procuraduría General de la República (PGR) anunció la detención de Santiago Meza López quien para entonces ya había logrado consolidarse como uno de los 20 fugitivos más buscados por el Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés).

Fue así como la fotografía de un hombre de complexión robusta, vestido con una playera gris y pantalón oscuro custodiado por elementos de seguridad fuertemente armados comenzó a acaparar las portadas de los medios de comunicación más importantes del país.

No fue para menos, pues en pocas ocasiones las autoridades habían logrado aprehender al responsable confeso de haber desaparecido los cuerpos de, al menos, 300 personas.

La crueldad inconcebible de su método y su pertenencia a la organización delictiva de los Arellano Félix resultaron ser elementos suficientes no solo para que su verdadero nombre fuera desfasado para ser mejor conocido como El Pozolero, sino también para evidenciar cómo la violencia en México se recrudeció a niveles nunca antes vistos.

De albañil a integrante del Cártel de Tijuana

José Santiago Meza, El Pozolero, fue detenido en 2009. (Archivo)

Santiago e Irma se conocieron cuando ella apenas tenía nueve años y él once. Aquella amistad que comenzó en su infancia poco a poco se fue transformando en una relación sentimental que culminó con un matrimonio con hijos y nietos de por medio, según relató la mujer en una entrevista que le concedió a la periodista Marcela Turati tras la aprehensión de su esposo.

Aunque la familia era originaria de Sinaloa, dejaron su estado natal para buscar una mejor calidad de vida que encontraron en Tecate, una ciudad fronteriza de Baja California en donde históricamente ha tenido presencia el Cártel de los Arellano Félix y el de Sinaloa.

Santiago Meza López lograba llevar el pan a su mesa gracias a su oficio como albañil, sin embargo, la delincuencia organizada le ofreció multiplicar sus ingresos al unirse a sus filas y desempeñar una de las actividades más atroces para la organización delictiva: la desaparición de cuerpos.

De acuerdo con una reconstrucción de los hechos realizada por la periodista Laura Sánchez Ley para Vice News, la historia de El Pozolero comenzó a afianzarse en 1996 cuando, además de la albañilería, también cuidaba cuidaba caballos para el Cártel de los Arellano Félix.

Mientras desempeñaba dichas labores, dos cabecillas de la organización identificados como Efraín Pérez y Jorge Aureliano Félix lo invitaron a ver un «experimento» que consistió en echar una pierna de res a un tambo que contenía varios litros de agua y diversas sustancias químicas. Dos horas más tarde, la carne comenzó a deshacerse.

Seis meses después de aquella turbia escena, Efraín Pérez buscó a Santiago Meza López para encomendarle la disolución de su primer cuerpo en un tambo con 200 litros de agua y químicos. El proceso duró toda la noche.

«Quedó un agua espesa con espuma. Echamos los tambos al pick up y lo llevamos a tirar al arroyo. Todavía estaba oscuro cuando lo tiramos. A los tres meses lo volví a hacer. Yo les dije que ya no lo quería hacer», es parte de la declaración que Santiago Meza López dio a la PGR y que citó en su entrega Vice News.

Efraín Pérez.| Cuartoscuro
Pese a la negativa que El Pozolero mostró tener tras la disolución del primer cuerpo, continúo realizando el trabajo para el Cártel de los Arellano Félix durante nueve años, recibiendo un pago de 600 dólares al mes. Su modus operandi lo relató durante el cuestionamiento que la prensa le realizó en su detención, el cual tiempo después sería recuperado por Marcela Turati:

–¿Cuántas personas deshiciste?

–Unas 300.

Siguió una lluvia de preguntas de los reporteros presentes:

–¿A qué tipo de personas deshacías?

–A los que me traían.

–¿Tú los matabas?

–Me los traían muertos.

–¿Los despedazabas?

–No, enteros.

–¿Cómo lo hacías?

–Yo los echaba en un tambo con ácido y ahí se desintegraban.

–¿Qué tiempo se tardaba en deshacer un cuerpo?

–Veinticuatro horas.

–¿Qué hacías con lo demás, con lo que te quedaba cuando estaba deshecho?

–Lo echaba en una fosa.

–¿En qué fosa?

–Aquí, en esta casa.

La crisis de desaparecidos y el recrudecimiento de la violencia

Predio de El Pozolero

Datos del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNDPDNO) de la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) apuntaron que, hasta agosto de 2023 tenían una cifra oficial de 92 mil 332 registros de personas desaparecidas en México.

La crisis, que ha dejado a miles de familias con asientos vacíos en sus mesas y una incesable incertidumbre, tiende a relacionarse con la ola de violencia que han desatado organizaciones delictivas en distintos estados de la República Mexicana.

Y es que, historias como las de El Pozolero, dan cuenta de cómo organizaciones delictivas son capaces de recurrir a atroces métodos de desaparición para deshacerse de cualquier tipo de evidencia que pudiera inculparlos e interferir en sus actividades ilícitas, abriendo el paso así no solo a la impunidad sino a la incansable búsqueda que emprenden familiares de las y los desaparecidos en el país.

Dicho precedente se ha convertido también en un obstáculo para las autoridades de los tres niveles de gobierno pues la sofisticación de métodos de desaparición ha hecho de la localización de personas desaparecidas una labor cada vez más complicada.

Por ejemplo, en el caso de El Pozolero, en las fosas donde confesó haber depositado los restos de los tambos en los que disolvía los cuerpos, las autoridades lograron localizar restos óseos o parte de ellos. Sin embargo, las investigaciones forenses han tardado años para lograr determinar la identidad de las víctimas.

Los atroces métodos de desaparición que organizaciones delictivas han utilizado dejó también al descubierto cómo la violencia se ha recrudecido en el país, una factor que se traduce en la insensibilidad de la misma ciudadanía que en su día a día vive, escucha o lee sobre este tipo de episodios violentos que tienen como escenario México.

«Después de dicho descubrimiento fue posible notar que la evolución de este cártel había logrado sobrepasar el grado de violencia visto hasta ese momento, pues las antiguas formas de tortura solo se podían notar en descuartizamientos o desmembramientos, pero esta técnica además evita la identificación de las víctimas, hecho que ocasionó la inmediata reacción de la sociedad mexicana», se expone en el artículo México, País de las Desapariciones: Perspectiva de los entierros clandestinos a los cuerpos pozoleados. Métodos de eliminación de material biológico utilizados por la delincuencia organizada publicado en la revista electrónica EXLEGE de la Universidad La Salle Bajío.

El Pozolero: sentencias y ¿reinserción social?

Santiago Meza, conocido como 'El Pozolero'. Foto: (Especial)

Las declaraciones que la esposa de Santiago Meza López dio a la periodista Marcela Turati apuntan a que fueron los ingresos económicos lo que lo motivaron a trabajar para la delincuencia organizada ya que les solía decir: “Yo prefiero mi trabajo a que ustedes se mueran de hambre”.

No obstante, el haber formado parte del Cártel de los Arellano Félix llevaron a El Pozolero a pasar una gran parte de su vida en prisión. Primero en el Centro Federal de Readaptación Social (CEFERESO) No. 1 en Almoloya de Juárez y después en el Centro Penitenciario No.18 (CPS-Coahuilia) en Ramos Arizpe.

En 2012 recibió por primera vez una sentencia de 10 años de prisión pues aún tenía investigaciones en curso por otros delitos entre los que destacaron secuestro bajo la hipótesis de delincuencia organizada asociación delictuosa.

Santiago Meza López  lleva poco más de 15 años en prisión, sin embargo, el pasado 4 de marzo del año en curso el periodista Rubén Mosso reportó para MILENIO que El Pozolero recibió una nueva sentencia por 30 años y ocho meses en prisión.

Durante su estancia en prisión, el ex miembro del Cártel de los Arellano Félix concluyó sus estudios en educación primaria y, según las declaraciones de su esposa a Marcela Turati, también aprendió a leer la biblia, tomó clases de pintura y solía salir al patio a jugar voleibol.

Aunque a El Pozolero aún le espera una larga estadía entre rejas por los delitos que cometió, aquel albañil que buscó una mejor calidad de vida se convirtió en el rostro de una atroz historia que forma parte del espiral de violencia en el que México se encuentra sumergido y que continúa dejando miles de desaparecidos y víctimas por cada rincón del territorio.