Silba una fisgona al sur de la Ciudad de México; ¿cómo llegó hasta aquí?
Los científicos se preguntan ¿cómo fue que una rana que mide el tamaño de una uña, del género Eleutherodactylus, llegó a la capital del país? Descúbrelo
EXCELSIOR
Cuando el biólogo Diego Iván Sánchez Aguilar, egresado FES Zaragoza, UNAM, caminaba a casa una noche lluviosa, no imaginaba que estaba a punto de descubrir algo excepcional. En medio del bullicio urbano, un agudo silbido captó su atención. Ese sonido, inconfundible para un experto como él, pertenecía a una rana del género Eleutherodactylus. Lo extraordinario era que nunca antes se había registrado canto alguno de esta especie en la Ciudad de México.
Con el corazón latiendo rápido por la emoción, Diego sacó su móvil y grabó sonido. Al día siguiente, compartió la grabación con su profesor, Uri García Vázquez, especialista en anfibios y reptiles. Ambos coincidieron en que podría tratarse de una rana fisgona (Eleutherodactylus nitidus), una especie pequeña y escurridiza, usualmente presente en estados como Morelos, Guerrero y Oaxaca. Pero, ¿cómo llegó hasta la capital?
Búsqueda Intrigante
Intrigados, Diego y Uri formaron un equipo de investigación con los estudiantes André Montero Vachier y Víctor Castillo Sánchez. Equipados con lámparas y grabadoras, se dirigieron al cementerio Xochimilco, donde Diego escuchó el enigmático silbido. Durante dos noches, avanzaron sigilosamente entre las tumbas, guiados solo por canto de la rana. La búsqueda fue ardua, pues acústica del lugar confundía la dirección del sonido, y la rana se camuflaba perfectamente con el entorno.
Finalmente, capturaron un ejemplar. Al examinarlo en el Laboratorio Sistemática Molecular FES Zaragoza, las sospechas se confirmaron: era una rana fisgona, una especie cuya presencia en Ciudad de México no tenía precedentes.
Rana fisgona: enigma biológico
Eleutherodactylus nitidus, o rana fisgona, es un anfibio diminuto, apenas cabe en la uña del pulgar. Tiene una cabeza casi triangular, cuerpo cubierto con pequeños tubérculos y extremidades largas y delgadas. Una característica peculiar es que, a diferencia de otras ranas, no pasa por fase de renacuajo; sus crías nacen directamente como pequeñas ranas, lo que le permite habitar en lugares sin cuerpos de agua permanentes.
Su canto es una señal inconfundible, un silbido nítido que los machos emiten para atraer a las hembras, especialmente durante temporada lluviosa. Este comportamiento reproductivo es uno de los factores que ha facilitado su dispersión, pero hasta ahora, no se había documentado en una ciudad tan urbanizada como la capital.
¿Cómo llegó a CDMX?
Existen varias hipótesis sobre cómo esta rana llegó a Ciudad de México. Una posibilidad es que siempre estuvo allí, escondida en algún rincón inexplorado, y simplemente no había sido registrada. Otra hipótesis sugiere que pudo haber viajado inadvertida en macetas o plantas ornamentales desde viveros Morelos, estado productor de plantas.
Esta última teoría cobra fuerza, dado que Xochimilco es una zona donde se cultivan y comercializan gran variedad de plantas. Si la rana llegó en macetas, pudo encontrar en jardines y espacios verdes un ambiente propicio para establecerse y reproducirse.
Futuro incierto
El hallazgo de la rana fisgona en CDMX abre una serie de preguntas importantes. ¿Podría esta especie afectar ranas endémicas Pedregal de San Ángel, como Eleutherodactylus grandis, que habita exclusivamente en esa reserva ecológica? Los expertos FES Zaragoza han comenzado a monitorear la situación para determinar si la rana fisgona se comportará como especie invasora o simplemente se adaptará sin desplazar otras especies locales.
«Si la rana fisgona se encuentra en áreas donde no compite con otras especies similares, es probable que se establezca sin mayores consecuencias. Sin embargo, si llega a entrar en contacto con la rana del Pedregal, podríamos enfrentarnos a un riesgo de hibridación o competencia directa», advierte Uri García.
Nuevo habitante de la metrópoli
A pesar de las incógnitas, lo cierto es que la rana fisgona se ha convertido en un nuevo habitante Ciudad de México, testimonio de cómo biodiversidad puede sorprendernos en los lugares más inesperados. Mientras los investigadores continúan estudiando su comportamiento y distribución, la pequeña rana sigue silbando entre sombras, quizás ajena al revuelo que ha causado entre científicos.
El descubrimiento de esta especie en CDMX también subraya la importancia de la ciencia ciudadana y monitoreo constante biodiversidad urbana. A veces, basta con estar atentos a los sonidos de la naturaleza para descubrir algo extraordinario. Para Diego Iván Sánchez Aguilar, aquella noche lluviosa cambió su vida; su encuentro fortuito con una rana fisgona abrió una nueva puerta al conocimiento, y quién sabe qué otros secretos esconde la ciudad.
Mientras tanto, el equipo FES Zaragoza sigue con sus expediciones nocturnas, atentos al silbido inconfundible de una fisgona que, contra todo pronóstico, ha encontrado hogar en la gran urbe.
Apuntes al calce
Iván Sánchez, FES Zaragoza, UNAM:
«Yo venía de regreso de hacer análisis moleculares en laboratorio cuando escuché esos silbidos. Se me hicieron conocidos porque en prácticas campo había trabajado con Eleutherodactylus. Ahora, lo que sigue es continuar estudios morfológicos y moleculares para comprender mejor a esta especie en CDMX.»
Uri García, FES Zaragoza, UNAM:
«Eleutherodactylus nitidus es endémica México y su capacidad para reproducirse de manera directa le permite habitar en una gran variedad ambientes. Sin embargo, debemos estar atentos a cómo se adapta a su nuevo entorno en la capital y si podría representar un riesgo para otras especies locales.»
La investigación sobre la rana fisgona en Ciudad de México aún está en curso. Los resultados iniciales han sido publicados en la revista europea CheckList, y los científicos continúan con sus exploraciones, enfrentando desafíos como la inseguridad en las zonas búsqueda y necesidad de permisos especiales para recolectar muestras.
La historia de la rana fisgona es un recordatorio que la naturaleza siempre encuentra formas de sorprendernos, incluso en medio de una ciudad tan grande y bulliciosa como la nuestra.