SOS migrante: mexicanos deportados de EU temen perder a sus hijos
Estados Unidos cuenta con el Foster Care, el servicio de cuidado de crianza que aporta temporalmente el gobierno, pero que pone a temblar a los migrantes irregulares.

MILENIO
Al bajar de su camioneta lo aprehendieron sin dar importancia a que la niña estaba presente o que él era quien preparaba la comida y el lunch a la menor, que ya es estadunidense. Omar es quien la lleva a la escuela, a jugar, quien la apoya con la tarea y le aporta su sustento.
“Yo tenía la custodia total de la niña, me la dio un juez en Texas porque la mamá estaba tomando alcohol y droga todo el tiempo”, cuenta el padre en entrevista telefónica con MILENIO desde Tapachula, Chiapas, donde duerme en un cuarto prestado con estufa y un refrigerador que alguien le regaló por compasión. Es el repatriado.
EU podría quedarse con la custodia de la menor
Bajo tales condiciones, impotente y sin dinero porque no lo puede sacar del banco a larga distancia, tiene miedo de que el gobierno de Estados Unidos se quede con su hija y la meta al Foster Care (servicio de cuidado de crianza que aporta temporalmente ese gobierno) y ya no la vuelva a ver.
El temor de perder el rastro a su hija en los recovecos del sistema de protección infantil estadunidense es real: si un día le quitan la custodia a los padres, la dan a otra familia que esté en busca de hijos y, si todo va bien, la adoptan y los progenitores originales, a la distancia e incomunicados, ni siquiera sabría dónde o cómo sería el futuro de la niña.
“Eso me rompe. Es mi hija. Es lo único que tengo”, lamenta García.

Decenas de miles de casos
Actualmente, hay 369 mil niños bajo custodia de Foster Care, calcula la organización Christian Alliance for Orphans (CAFO). De ese total 72 mil son latinos, casi una quinta parte del total, y de estos, unos 41 mil serían mexicanos de acuerdo a la proporción de esta población dentro de la etnia que registra la Oficina del Censo estadunidense (el 58%).
Los estados de mayor concentración de espacios para Foster Care coinciden con aquellos donde hay más población latina: más de 45 mil niños en el sistema en California, 22 mil en Florida y más de 21 mil en Texas, donde vivía Omar.

En condiciones normales, los padres pueden recuperar la custodia si corrigen algunas conductas, por ejemplo, el 62% de los casos son separados por negligencia; otro 33% es por abuso de drogas de los padres, un 13% se da por abuso físico o sexual.
Pero en el caso de Omar, su deportación juega en contra totalmente, como la de miles de mexicanos, porque los están echando del país.
En 2024, la Secretaría de Gobernación (Segob) reportó que más de 206 mil personas fueron repatriadas a México, entre ellos 138 mil hombres y 37 mil mujeres adultas, mientras en este año –hasta marzo– se contabilizaron 36 mil personas, de las cuales más de 3 mil son mujeres.
A falta de cifras oficiales sobre cuántos de estos deportados dejaron desprotegidos a sus hijos porque eran los únicos cuidadores, este diario solicitó una entrevista a Vanessa Calva, directora general de Protección Consular de la Cancillería mexicana, durante un foro de atención a migrantes que se realizó en la Cámara de Diputados, pero no hubo respuesta.
Ahí también se dieron cita un grupo de migrantes que clamaba ayuda del gobierno mexicano.
Efraín Jiménez, coordinador general del Colectivo de Federaciones y Organizaciones Mexicanas Migrantes en Estados Unidos (Colefom), reconoció que aunque los casos reportados directamente a la organización son pocos, la cifra real podría ser mucho mayor y recomendó a las autoridades mexicanas poner atención en el tema.
¿Cómo se quedó con la custodia de su hija?
La situación de Omar es simbólica. En 2019, un juez texano le dio la custodia total de su hija, que en ese entonces tenía dos años a pesar de que él era indocumentado y generalmente ponen muchas trabas cuando los progenitores no tienen un estatus regular en Estados Unidos.
En su proceso de deportación no hubo un juicio, un abogado ni un intérprete. Así que las autoridades migratorias estadunideneses le dieron dos opciones cuando él les contó toda la problemática que implicaría dejar a su hija sola: entregarla a una familia adoptiva o devolverla a su madre.
Eligió lo segundo. No porque confiara en su ex mujer, sino por el grave riesgo de perder a su chiquita para siempre. “Una vez que entra al Foster Care, ¿cómo la recuperas desde México? ¿Cómo demuestras que eres su papá, que la amas, si todo lo tuyo es informal, si no tienes ni dónde vivir?”, dice, realista.
La madre —agregó— sigue mal por sus adicciones y probablemente el Estado terminará por recogerla, anticipa Omar: A veces ni se da cuenta con quién deja a la niña.
“Me da miedo que un día le pase algo. Allá hay muchos casos de abuso”.
Antes de que lo soltaran en Matamoros, frontera con Brownsville “como si fuera basura”, las autoridades migratorias le dijeron que “la única vía para recuperar a la niña era que ésta renunciara a la ciudadanía”, lo cual era una información parcial y tergiversada, en concordancia con las políticas de la actual administración de Donald Trump, coinciden quienes saben del asunto.
Hay precedentes de deportados que pudieron recuperar a sus hijos en juicios en línea, con apoyo del gobierno de la Ciudad de México, como fue el caso de Indalecio Urbina, quien rescató a sus dos hijos, pero ya no existen ese tipo de programas a nivel federal o local en ninguno de los estados de la Unión Americana.
Por tanto, el apoyo ha quedado en manos de algunas organizaciones con buena voluntad pero limitado por la masividad del problema.
José Luis Gutiérrez, director de Casa Michoacán, en Illinois, advirtió que la comunidad infantil está siendo doblemente castigada: por la amenaza constante de separación familiar y por la falta de respaldo institucional.
“El mensaje de Trump es claro y agresivo: si estás indocumentado, te van a atrapar y no podrás volver. Y eso, los niños lo escuchan todos los días y ha derivado en episodios de ansiedad, ausentismo escolar y miedo generalizado”, explicó.
Los pequeños saben que la pesadilla puede volverse realidad, como lo sabe la hija de Omar: “Ella me llama llorando, me dice ‘papá, ¿cuándo vas a volver?’. No sé qué contestarle”.

Nula solidaridad entre parientes
Para entregar la custodia a los padres de niños estadunidenses, el gobierno de allá exige que demuestren que pueden cuidar “adecuadamente” al menor en su país de origen. Omar está convencido de que puede cuidar a su hija si pasa esta racha de acoplarse nuevamente a México y se integra rápidamente a la economía, a pesar de todo.
En Estados Unidos, tenía una cuenta bancaria, pero no ha podido recuperarla. Nunca quiso abrir una versión on line. Se imaginaba que por ahí podrían rastrearlo y descubrir que no tenía documentos.
Luego, ya en México, se dio cuenta del embrollo y pensó en pedir ayuda a su único pariente de confianza que tiene allá, pero no le contesta, está ilocalizable.
“Siempre estuvo envidioso”, concluyó.
Apenas llegó a Estados Unidos, Omar empezó a trabajar en la empresa de construcción de su tío. Se especializó en la parte final: pintura y acabados de casas.
Con el tiempo, aprendió inglés y empezó a hablar directamente con los clientes. Muchos lo preferían por ello. Y su tío, que no hablaba el idioma, en vez de convertirlo en un activo para su compañía lo empezó a considerar una competencia.
“Yo tenía mis propios contratos, y eso le molestó. Me dejó de hablar. Después de mi deportación, lo llamé para pedirle que vendiera mis herramientas. Me bloqueó. No me mandó el dinero. Mandé a la mamá de mi hija a buscarlos y ya no viven ahí”.
Ahora está a contrarreloj. Vive en angustia. Maneja un mototaxi para juntar dinero y comprar un boleto a la Ciudad de México e intenta contactar a la organización llamada Otros Dreamers en Acción (ODA) que ve esos casos, según leyó en alguna página de internet.

También leyó que hay apoyos en el Instituto para las Mujeres en la Migración A.C., pero hay un detalle: él es hombre. Y tiene dudas.
Omar no quiere acercarse al gobierno. Dice que a pesar del programa México te abraza, a él no le dieron ni un apretón de manos, nadie lo recibió cuando llegó a Tamaulipas. “Ni pregunté”, acepta.

Consulados rebasados, centros inoperantes
De acuerdo con la información oficial, el programa considera la instalación de nueve centros de atención distribuidos en municipios fronterizos clave, ubicados en:
- Tijuana y Mexicali (Baja California).
- Nogales (Sonora).
- Ciudad Juárez (Chihuahua).
- Piedras Negras (Coahuila).
- Anáhuac (Nuevo León).
- Matamoros, Reynosa y Nuevo Laredo (Tamaulipas).
El Instituto Nacional de Migración (INM) dice que estos centros están equipados con agua potable, drenaje, electricidad, internet, que los gobiernos estatales colaboran con infraestructura y logística, limpieza, seguridad y organización de los espacios y que hay 189 autobuses que llevan a los deportados desde los puntos de repatriación hasta los centros de atención, y otros 100 vehículos que los transportan a sus estados de origen.
Omar no vio nada de eso. Cuenta que se vio obligado a pedir dinero en la calle. No se enteró de que la red consular mexicana lanzó en Estados Unidos una campaña en redes sociales desde febrero para que los connacionales con hijos se preparen ante la posibilidad de que resulten repatriados o detenidos.
José Luis Gutiérrez, de Casa Michoacán, dice que los consulados mexicanos están sobrepasados y no logran satisfacer ni siquiera servicios básicos como la emisión de identificaciones porque “el Congreso mexicano no ha asignado recursos suficientes”.
A manera de parche, la organización ayuda gratuitamente a los padres que lo soliciten a elaborar cartas poder que permitan a los indocumentados en caso de deportación transferir temporalmente la custodia de los hijos a familiares cercanos, protegiéndolos de ser enviados a hogares de acogida.
“En esos lugares, los niños pueden vivir rupturas culturales traumáticas”, destaca. “Pueden acogerlos afroamericanos, familias de origen asiáticos, los mismos anglosajones”, informa Gutiérrez.
El trámite no es complicado, pero muchos padres no están informados o no se lo toman en serio hasta que es demasiado tarde, advierte. En algunos casos, abogados particulares cobran mucho dinero.
Desde su trinchera en Nevada, la organización binacional New Comienzos impulsa talleres informativos en el marco de la campaña nacional Proteger a los Niños, en colaboración con la organización no gubernamental de medios radiofónicos Red Hispana.
Estas iniciativas buscan enseñar a las familias cómo establecer legalmente una tutela a través de poderes notariales que permitan que un adulto de confianza asuma la custodia del menor si los padres son deportados, dijo Ana Estrada, directora de New Comienzos.
La organización también trabaja con familias cuyos padres ya fueron deportados, brindándoles apoyo para su reintegración en México.
“Ayudamos con alojamiento, empleo, asesoría legal y psicológica, sobre todo en la Ciudad de México, donde tenemos la red de apoyo más consolidada, pero se complica en provincia”, dijo Estrada a MILENIO.

Volverse a levantar, pero rápido
Omar García busca salir de Tuxtla Gutiérrez lo más pronto posible. No solo en busca de recuperar la custodia de su hija sino porque se siente en el mismo punto en el que salió hace 20 años. Sin un peso y sin red de apoyo: emigró porque mataron a todos los demás miembros de su familia.
Apenas tenía una década de vida, cuando los narcotraficantes llegaron a El Edén, el pueblo donde nació, para exigir que firmaran documentos que simulaban la venta de sus tierras. Al negarse, los ametrallaron, al padre, a la madre, a los dos hermanos mayores. A él lo dejaron vivo porque les pareció muy pequeño.
Un vecino lo ayudó a escapar. Una tía pagó para que un coyote lo cruzara y así llegó a Texas, donde estudió, trabajó, aprendió inglés y formó una vida cuya etapa más reciente terminó con la deportación.
Omar piensa ir a Cancún a ganarse la vida en un call center que ofrece propiedades a extranjeros o quizás trabaje a larga distancia para una empresa de transportes en Estados Unidos para demostrar que puede hacerse cargo de su hija, abrazarla y decirle: “Ya estoy aquí, no te voy a perder”.
Porque eso –eso sí– sería perderlo todo.