Basura de los recuerdos
Por Horacio Corro Espinosa
19 de julio de 2017
La ciudad de Oaxaca acabó de pasar por unos días verdaderamente espantosos y, sobre todo, olorosos por el exceso de basura que había en todo lugar, principalmente en calles aledañas al primer cuadro de la ciudad.
Fue mucha gente la que echó su basura a donde ya había montones de ella, en vez de separarla y guardarla en sus domicilios.
Como no hubo solidaridad entre vecinos, tiraron a la calle lo más próximo que tenían a la mano: los desperdicios de comida, las botellas de alcohol, las envolturas de las últimas compras y en fin.
Si de veras hubieran querido deshacerse de todas las porquerías que muchas veces se guardan en la casa, hubieran comenzado por visitar aquellas cajas de los recuerdos. Esas cajas donde guardan los recortes de periódicos sobre noticias que se creyó que se debería conservar por tal o cual interés, las conchitas de mar que se recogieron algún día en la playa, las cartas que enviaron los amigos, las tarjetas de Navidad, los trabajos de la escuela primaria, la publicidad del hotel donde se hospedaron aquella vez, los portafolios de la convención con todo y las hojas blancas y los lápices que les dieron en las conferencias, las tarjetas de presentación de fulano, fotos, tornillos, monedas y billetes de los que ya no se usan, foquitos inservibles del árbol de Navidad, burritos del día de corpus y cuanta cosa pueda uno imaginar.
Todo eso que ocupa un buen espacio en el clóset o en aquel cuarto de trebejos, ahí también está la caja del televisor que se guardó por si algún día se cambiaban de casa. También están las revistas que se fueron comprando y que ahora da pena tirarlas aunque ya no se vuelvan a leer, el sombrero de fiesta de la señora que jamás se va a poner de nuevo, los posters enrollados que nunca se van a fijar en la pared pero que se guardaron cuidadosamente, el bastón de la abuela que ya murió … en fin, que en el clóset, además de la ropa que se usa y que no se usa, se guarda tal cantidad de basura que bien podría sacarse y tirarse cuando pase el camión recolector.
En verdad, la mayoría de nosotros somos afectos a guardar la basura. Hay quienes guardan las bolsas de las palomitas gringas para microondas, que aunque no sean reutilizables, se guardaron por sus colores tan bonitos. Otros guardan las medicinas, por si alguna vez se necesitan; y ahí pasan los años sin que nadie se acuerde de la fecha de caducidad.
Se guardan los frascos de perfume vacíos, el ajedrez incompleto, el juguete roto, los calendarios o almanaques caducos, las bolsas de mano inservibles, los zapatos gastados, el abrigo pasado de moda, las corbatotas anchas, los paraguas sin mango o con las varillas quebradas, los tornillos, clavos chuecos, clips y esto y lo otro.
Si durante los días más horrorosos y apestosos por los que pasó la ciudad de Oaxaca se hubieran tirado a la calle toda esa basura que se tiene arrinconada en la casa, hubiera sido más benéfico para tanta gente que andaba buscando algo entre las toneladas y toneladas de desperdicios y de comida aceda.
Si no se dieron la oportunidad de tirar todo lo que les acabé de mencionar, entonces esperen al carro que anuncia comprar todo lo que no te sirve, y te aseguro que cuando ya no tengas en tu casa todas esas cosas que no ocupas, nadie las va a extrañar.
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